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"Siento compasión 
de la gente" 

Mc 8,1-10).

Jesús se conmueve al ver a la gente que se ha echado al camino y va detrás de él. Después de tanto caminar necesitan pan, verdad, cariño, dignidad. A muchas personas que tenían la esperanza por los suelos les han entrado ganas de vivir y de seguir a ese hombre que tiene un lenguaje nuevo.


El Señor sentía compasión de la gente; es decir, muestra que Dios tiene corazón compasivo, lleno de ternura y misericordia. Tal vez por eso insistía a sus discípulos que fueran perfectos y misericordiosos como el Padre.  Lo decisivo no está en la fuerza sino en la misericordia.

Los que les seguían estaban hambrientos, Jesús los mira con compasión, son multitud, están cansados, tienen poco para repartir, para compartir, los discípulos no saben que hacer, lo ponen todo en manos del Señor... y ellos se pusieron a servirles.

Los discípulos se pusieron en manos del Señor, Él les pidió servir y compartir, cuidar y dar, en definitiva darse... con esto, y Él en medio, las cosas cambian.

Jesús, nosotros somos tu Evangelio,
el único Evangelio que la gente puede leer,
si nuestras vidas son obras y palabras eficaces


«¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».
Hay tantas preguntas sin respuesta. Hay tantos momentos donde nos desborda la vida e intentamos minimizar el impacto, pero todo nos arrasa. La fe nos ayuda a sentir que estamos acompañados también en el desastre. La bendición de Jesús transforma la realidad y del pánico nos transporta a la sociedad. Nos contagia paz, calma, sobreabundancia. La fe nos invita a dejar la escasez y entrar en el milagro y la fiesta del compartir. El Señor cuenta con nosotros. El milagro parte de la disposición de Fe del ser humano. De poner lo que está de nuestra parte para que Dios haga el signo. Ofrecer nuestros panes para que muchos se vean alimentados de vida material y de consuelo espiritual.

 

Hay un mundo que vive en la esperanza de un mañana más justo, más fraterno.
Hay un mundo que sufre los dolores de un nuevo amanecer.
Hay semillas de vida traspasando la tierra de la muerte.
Tú me enseñas a verlo, a descubrirlo, Jesús, me das la fe.
Hay un hombre que vive la miseria, sin poder, sin saber, sólo muriendo.
Hay un hombre que, pese a todo, espera justicia y libertad.
Hay dos mundos, tres mundos, divididos por el poder e indiferencia.
Tú me llamas, Jesús, al compromiso, a la solidaridad.
Yo sé que no puedo encontrarte a ti, Jesús, sin tu Reino.
Yo sé que no llega el Reino, si en el centro no estás tú.
Bendito el que marcha en tu nombre, bendito el que en el hermano ve tu rostro, se detiene y comparte hoy su cruz.
E. Fernández

 

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