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Vivir la Verdad

 

«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
 
(Mc 6,14-29).

La decapitación de Juan el Bautista, admirado por el rey Herodes, estuvo precedida por desmesuras palaciegas: fiesta en honor del rey, agasajo con danzas, promesa desmedida, petición despiadada con la coartada de los invitados. Herodes, reo de sus palabras, lo mando decapitar.

Juan era un hombre justo y santo. Dos cualidades contrarias al poder y al egoísmo. La justicia interpela a quienes viven aprovechándose de otros. Sin considerar que los demás merecen un respeto. La santidad cuestiona a la corrupción. La pone en evidencia.

 


Juan es el profeta de la denuncia y del anuncio. Es un poco de luz en medio de la noche, una ráfaga de verdad en medio de la hipocresía. Gusta pero molesta. Intentan acallar su voz con la muerte violenta, pero su voz seguirá viva en el corazón del mundo para siempre.

 Señor, tú eres la verdad. 
Ayúdanos a ser siempre sinceros, 
a decir siempre la verdad con cariño, 
sin ánimo de herir. 

Conocer la Verdad, para vivir la Verdad. Vivir la Verdad, convence más que hablar de la Verdad.

Cuando nos creemos diosecillos somos capaces de prometer incluso aquello que no está en nuestras manos. La vida de los demás no termina, aunque lo anulemos como persona, su testimonio nos habla de Dios y lo seguirá haciendo con su recuerdo.


«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Esto dijo Herodes a la hija de su pareja. Cuantas promesas decimos que nacen de momentos de euforia, pero que traen consecuencias dolorosas. Nuestro caminar en la fe nos tiene que hacer humildes. Adecuar nuestra respuesta a lo real. No podemos llenar la vida de promesas incumplidas. Porque supone decepción y dolor a aquellos a quienes defraudamos. No pretendamos grandezas que superan nuestra capacidad. Moderemos nuestras aspiraciones y agradezcamos cada día el regalo de nuestra vida.

Los seguidores de Jesús, los que queremos vivir el Evangelio, tenemos que hacer de él proyecto de vida con honestidad. Es una manera de estar y ser en el mundo, es de valientes vivir el proyecto de Dios. Es un ejercicio de valentía vivir el Evangelio en nuestro mundo. Estamos llamados a vivir en verdad, no ser cobardes, a defender la justicia, a no ser 'bien quedas'.


Oración de un Misionero Mártir
Que mis manos sean las tuyas.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo no sirvan sino para glorificarte.
Pero sobre todo: transfórmame:
¡Que mi memoria, mi inteligencia, mi corazón,
 sean tu memoria, tu inteligencia y tu corazón!
¡Que mis acciones y mis sentimientos, 
sean semejantes a tus acciones y a tus sentimientos!
Amén

San Juan Gabriel Perboyre 



 

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