Jesús nos advierte en el Evangelio contra la levadura de los fariseos y de Herodes: la hipocresía, las pompas, el postureo. «Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes». La levadura es lo que hace fermentar toda la masa, lo que hace crecer, lo que agranda. La levadura de los fariseos y de Herodes era la soberbia, el engreimiento, la vanagloria.
Vivir en la verdad es una decisión audaz, un acto de valentía que nos enfrenta con lo más profundo de nuestro ser. En un mundo donde las máscaras ofrecen refugios temporales, Cristo nos llama a la transparencia, a la autenticidad de corazón.
La unción del Espíritu, se manifiesta en el equilibrio de la verdad, sinceridad y bondad..., a semejanza del Corazón Sacratísimo de Jesús.
«¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís?» Cuanto nos cuesta ver lo que hemos vivido. Él siempre nos acompaña y no sólo en los buenos momentos, en los regulares es cuando más cerca está. Pero tenemos la memoria muy corta y olvidamos que está con nosotros en cada momento.
Jesús es el Pan de Vida, el alimento que nos ayuda a combatir el mal y generar bien y bondad. En la eucaristía lo recibimos. Pan que nos fortalece y nos hace tomar conciencia de que estamos llamados a ser uno, a cuidarnos y a cuidar de nuestra casa común, la creación de Dios.
El Evangelio de hoy termina con pregunta que Jesús nos dirige: “¿no acabáis de entender?
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