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Gracias, Jesús.



Acudió a él [Jesús] mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; 
los echaban a sus pies, 
y él los curaba…» 
(Mt 15, 29-37).  

Mientras caminas por tu pueblo o tu barrio, fíjate en la gente, amigos, vecinos, conocidos.
Provoca la comunicación.
Habla con ellos y sobre todo, escucha.
Abre el corazón.
Deja que se conmuevan las entrañas con sus penas y sufrimientos.
Deja que brote la semilla de la compasión.

Duele ver en los ojos de alguien conocido la angustia por la enfermedad, los apuros económicos, el miedo ante situaciones críticas.
Lo fácil es mirar para otro lado, pasar de largo.
Pero lo de Dios y lo de quienes en Él creemos, es compadecernos y actuar en consecuencia.

Incalculable pasión amorosa, la desplegada en nombre de Jesús, para bien del hombre y gloria de Dios, por tan variados cristianos, de tan diferentes comunidades, de tan diversas confesiones, en tan diversos ambientes, y entre tantas y tan hirientes pobrezas.
El camino a seguir.

¡Cómo se adueñan las heridas de las personas y de los pueblos!
Pero la semilla del amor que Jesús siembra en la tierra es más honda que el dolor y el llanto. Jesús sana las heridas.
Pon en sus manos tus actividades inútiles, tu agitación interior, tus preocupaciones, tu dolor y el de la humanidad.
Acoge la palabra del papa Francisco: "curando las heridas de los refugiados, de los desplazados y de las víctimas del tráfico de personas, ponemos en práctica el mandamiento de la caridad que Jesús nos ha dejado".  


EXCLUIDOS Y AMADOS
Tullidos y ciegos.
Todos excluidos, todos por ti amados.
Sordomudos y lisiados.
Todos excluidos, todos por ti amados.
Inmigrantes y presos.
Todos excluidos, todos por ti amados.
Gays y refugiados.
Todos excluidos todos por ti amados.

Jesús, tú eres el manantial donde bebo, tú la roca donde descanso, tú la alegría que sana mis heridas     

Señor Jesús, tienes compasión de los que no te encuentran y te acercas a todos, 
Tienes compasión de los que te tememos y te haces pequeño. 
Tienes compasión de los que somos demasiado duros y te manifiestas como ternura. 
Gracias, Jesús. 
Tienes compasión de los que tenemos hambre y te conviertes en pan de vida. 
Tienes compasión de los que no te entendemos y te haces Palabra. 
Tienes compasión de los que nos sentimos solos y perdidos y te haces nuestro compañero de camino. 
Gracias, Jesús. 

Tienes compasión de los que sufren en su cuerpo o su alma y te presentas como nuestro médico y medicina. 

Tienes compasión de los que somos perezosos para servir y te haces nuestro esclavo. 
Tienes compasión de los que pecamos y cargas con las consecuencias de nuestros errores. 
Gracias, Jesús. 

Tienes compasión de los que nos cuesta entregarnos y te ofreces por nosotros en la cruz. 

Tienes compasión de los que tenemos la muerte y con tu resurrección abres las puertas de la Vida eterna. 
Tienes compasión de los somos cobardes y miedosos y nos regalas la fuerza de tu mismo Espíritu. 
Gracias, Jesús.

Calla.
Ora en silencio.
Mira lo poco o lo casi nada que eres y tienes.
Que no te angustie.
Al contrario, pon en las manos de Jesús eso poco, y contempla tu pobreza con su tierno amor.
Confía.
No tardará en multiplicarse, sin protagonismo alguno, para el bien de todo tu pueblo.

Hacen falta personas que multipliquen sus 5 panes con su entrega, que pongan sus 2 peces al servicio de los demás.


Aunque hubieran tenido mucho pan y pescado, sin compartirlo, no habría para todos.
Algunos lo habrían escondido, acumulado e incluso especulado.
Negocio para ellos.
Hambre para el resto.
Compartir siete panes y unos peces. 

Acercarnos a ti María para encontrarnos con los milagros de la compasión, los desapercibidos día a día en nuestra vida, los del Dios humanado que, día a día, nos dice: 'siento compasión por la gente, siento compasión por ti'.
¡No hay lugar para la indiferencia!

¿Qué quiere una madre sino que comamos hasta saciarnos?
Ella nos acerca al Pan de Vida




Señor dame ojos para que vea los problemas de mis hermanos.
Señor, dame ojos para que vea el dolor de mis hermanos.
Señor, dame amor para que me duela el dolor de los que sufren.
Señor, dame amor para que reparta mis “cinco panes”.


A mesa puesta
Tú, Señor, hogar abierto que esperas a tus hijos con la mesa puesta, con el banquete espléndido que tú mismo has preparado, me invitas a la danza con todos los seres humanos, para recuperar la fraternidad perdida.
Regalo inmerecido que me hace desbordar de gozo y agradecimiento. 
Enséñame a romper las separaciones y muros de exclusión que construyo a mi alrededor.

(Julia Blázquez)




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