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Llena de gracia




«He aquí la esclava del Señor; 
hágase en mí según tu palabra» 
(Lc 1,26-38).

Cuando se cumplió el tiempo Dios nos envió a su Hijo nacido de mujer (Gál 4,4).
Y como necesitó entonces de la colaboración de María, hoy necesita de la nuestra.
María acoge con fe la revelación del Ángel del Señor.
Deja todo en sus manos.
Aceptar los planes de Dios no nos ahorrará oscuridades, temores, complicaciones.
Pero confiamos en el poder del Altísimo, que transforma nuestra pequeñez en un río de gracia compartida.
De nuestro sí depende la comunicación de la vida de Dios en otros.
El amor entre Dios y el hombre es siempre fecundo. Insospechada y misteriosamente fecundo.
Dios aguarda tu sí.  

Necesitamos nacer de nuevo, junto a Jesús para humanizar la vida. Necesitamos el abrazo de Dios hecho hombre, que nos devuelva nuestra identidad, nuestra dignidad perdida.
El mundo necesita el abrazo de la humildad y la ternura.

Ante nuestras dudas, Jesús me regala la certeza de su plan que es AMOR. 
"Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel".
Ven, no tardes.
Te esperamos en nuestro hogar.
Gracias María por tu: "hágase en mí".

Era hasta entonces una anónima mujer.
Y fue en ella donde se fijó el plan de Salvación.
Y el «Sí» fue su respuesta. 
La entrega más plena ante la demanda más incomprensible…
¡Y es que para Dios no hay nada imposible!

NO TEMAS

No temas.
Aunque no entiendas.
No temas.
Aunque no conozcas.
No temas.
Aunque duela.
No temas.
Aunque estés solo.
No temas.
Aunque sea demasiado.
No temas.
Aunque no estés seguro.
No temas porque yo estoy contigo.
(Presentación de Dios al hombre)

Al igual que María, ofrece un corazón abierto, acogedor.
Así la Palabra también podrá habitar en ti e iluminar el camino de tu vida.
¡Estás a tiempo!




Decir tu nombre, María

Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría
(Pedro Casaldáliga)


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