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El señor llega




«¡Bendita tú entre las mujeres, 
y bendito el fruto de tu vientre!» 
(Lc 1, 39-45)

Que en los días que vamos a celebrar, el Espíritu de Dios hecho niño, llene la tierra de bendiciones, y nos traiga a cada cual aquello que más necesitamos: paz, consuelo, alegría, esperanza, fortaleza...

Señor Jesús, a las puertas de la Navidad, mi corazón te aguarda con esperanza.
Ven a sanar a los heridos de la vida, a consolar los corazones afligidos.
Ven a pacificar nuestro mundo violentado, a cambiar la suerte de los pobres.
A poner luz en nuestra oscuridad.

La entrega generosa, sin pretensiones ni egoísmos, nos ofrece una felicidad sin límites.
¡Atrévete a experimentarla con quienes te rodean!

¿Quién soy yo para ser visitado y amado?

Respira tu humilde grandeza de hijo.
Toma aliento para rematar el Adviento con un cambio natural y gratuito del corazón.
El Señor llega y sólo podemos asombrarnos y unirnos a Él, para realizar sus obras de justicia y de paz.
Únete.

Te damos Gracias, Dios Bueno Misericordioso,
porque Tú elegiste a la Virgen María
y nos la entregaste como Madre nuestra.
Gracias porque Tú vienes al mundo
a través de Ella, que es Toda Corazón,
y con Sí generoso, Tú te encarnas en Ella,
para quedarte siempre junto a nosotros.
Tú, Dios Padre nuestro, ayúdanos a observar
las actitudes de María, nuestra Madre,
para aprender de Ella a ser portadores
de tu Buena Noticia, para comunicar a todos,
que sólo en Ti podemos encontrar la Salvación.
Te damos Gracias porque Tú, Dios nuestro,
vienes a nuestro encuentro porque no amas.
Te pedimos que tu Espíritu Santo
nos ilumine cada día para reconocerte,
en medio de nosotros, en nuestra vida cotidiana.
Ayúdanos Tú, Dios Bueno, a saber esperarte
al igual que la Virgen María, sirviendo a los demás,
para ponernos en camino siempre que alguien
necesite nuestra cercanía y nuestra ayuda.
¡Tú vienes a nuestra vida diaria, Dios nuestro,
siempre que hacemos el bien a los demás!
Haz Tú, Dios Bueno, que cada uno de nosotros
seamos portadores de tu Amor y tu Misericordia,
para que logremos acercarte a cada persona,
y especialmente, a quienes aún no te aman
porque, simplemente, todavía no te conocen.
Haz Tú que cada día seamos presencia tuya,
en medio del mundo, y que nos acerquemos
a todas las personas que más no se necesiten.
¡Gracias porque Tú nos hablas al corazón,
a través de la Oración y la escucha de tu Palabra!
¡Gracias porque todo lo que Tú nos dices,
siempre se cumple y nos transforma para bien! Amén.



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SAN JOSÉ

Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)

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