Hoy celebramos un amor que se entrega por cada uno de nosotros. Un amor que no merecemos, un amor que se nos regala. Nos vuelve a recordar lo únicos y valiosos que somos a los ojos de Dios. Se abaja, se inclina, nos lava lo menos bonito que tenemos. Si ama nuestros pies, cómo no va a amar el resto de lo que somos. Amados en nuestros pensamientos, acciones, deseos, contradicciones, fragilidades, límites. Hoy celebramos que todo nuestro ser es amado hasta el extremo. Y nos anima a inaugurar ese mismo amor con nuestros hermanos.
“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” El Señor se hace servidor de todos. Se queda en el Pan y el Vino, entre los sencillos que comparte la mesa fraterna. Amar y servir. Todavía quedan muchos pies que lavar, muchas heridas que sanar, muchas cadenas que romper. Hacer memoria Suya es compromiso de amor fraterno. Nuestra misión en este mundo es servir, ayudar al otro desde el más pequeño gesto, con amor. Tender la mano. ¿Estás dispuesto a esa entrega generosa y desinteresada?
«Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» Cabe mayor amor que darlo todo por los demás aun sabiendo que ni los tuyos te comprenden, pero has caminado con ellos y los amas dando la vida. Hoy es un día para recordar que el Amor no es amado, y debemos aprender a amar.
El Amor se derrama y lleva a entregar la vida por todos. Jesús come con sus discípulos. Una comida llena de tensión. Judas lo traiciona. Pedro no quiere que le lave los pies. Un lavatorio que no es signo de limpieza externa, sino de servicio extremo. Amor profundo, hecho servicio, fue el comienzo de aquella cena. Jesús les lava los pies. Como el que sirve, como el que cuida, limpia, ama. Es un gesto de amor profundo, sin distinciones, a todos los invitados, agachado, entregado. La mesa que los convoca aquella noche comienza y adquiere todo su sentido en el servicio.
La institución del Sacramento de la Eucaristía y del Sacerdocio, en el Jueves Santo, tiene una clave interpretativa: que el Señor amó y ama a sus discípulos hasta el extremo. Sin ese amor desmedido nada de lo que acontece en el Triduo Pascual mantiene su profundo sentido. Es un exceso de amor, que debería retribuirse con un exceso de gratitud, y aun así, sería insuficiente... ¡Seas Infinitamente Bendito y Alabado Jesús Sacramentado! Un Amor sin medida. ¡Hasta el extremo! Y Dios, que se hace pequeño, nos muestra su grandeza… lavando los pies de sus amigos. Y yo… ¿me pongo al servicio de los hermanos? ¿Cómo “lavo los pies” a los demás?
“Os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” El amor de Jesús no se queda en palabras, se convierte en pan partido y repartido, en lavatorio de los pies cansados de la humanidad doliente.
Señor Jesús, quiero ir a morir contigo
Señor Jesús, quiero
ir a morir contigo.
No me dejes aquí encerrado
en mi mundo estrecho,
en mis intereses pequeños.
Quiero amar hasta el extremo,
gastar mi vida
haciendo comunidad
y sirviendo a los demás.
Señor Jesús, en este Jueves Santo
danos agua para lavar otros pies,
danos pan para alimentar a los hambrientos,
danos Eucaristía para nuestro cansancio,
danos sacerdotes para que celebremos juntos,
danos religiosas para que caminemos acompañados,
danos laicos comprometidos
y jóvenes generosos para un mundo necesitado.
Señor Jesús, queremos morir contigo,
tu Muerte y tu Resurrección nos sostienen.
Amén
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