En todos los encuentros con el Resucitado, Jesús viene a darnos lo que nos falta. Si vivimos con miedo, cerrando puertas: nos da su paz. Si sentimos que las redes de lo vivido están vacías: las llena con una pesca milagrosa. Si el desánimo y la tristeza nos hacen huir: nos enciende el corazón. Si la culpabilidad por la traición nos envuelve en lágrimas: nos vuelve a confiar la misión. Si estamos desconsolados llorando junto al sepulcro: nos llama por nuestro nombre y nos abraza.
“Hemos visto al Señor” Queremos pruebas para creer sin darnos cuenta que el amor no busca pruebas sino que confía. Andamos muy escasos de confianza, porque más que abrir el corazón a los demás lo cerramos a nuestro egoísmo. Pero el Resucitado nos envía a la misión de anunciar la misericordia de Dios.
"Sé misericordioso, como Jesús es misericordioso contigo"..., es el arte de Vivir, el sentido de Existir, la sabiduría que abre camino aquí, y hacia la eternidad.
Junto a tu misericordia, que nos acompaña cada día, que celebramos de forma especial en este segundo de Pascua. Vivo entre nosotros. Vivificándonos. Con la fuerza de tu amor, de ese amor que sale de tu corazón y al mismo tiempo nos introduce en él. Gracias, Señor, por hacerte presente con tu misericordia. Por perdonarme, por perdonarnos, siempre. Por introducirnos en tu amor.
Existimos desde el Ilimitado
Nos imponen límites
y nos empequeñecemos,
pero vivimos en comunión
con el Ilimitado.
Dudamos de nosotros
y nos devaluamos,
pero vamos bajo la mirada
de la Bondad.
Nos dividimos
nos enfrentamos,
pero todos recibimos la vida
desde la Unidad.
Nos clasificamos
en perfectos y deformes,
pero todos somos habitados
por la Belleza.
Tememos nuestra oscuridad
nos escondemos,
pero somos iluminados
por la Verdad.
¿Quién puede
poner límite
al amor de Dios
por nosotros?
¿Quién puede
ponernos límites
si sólo podemos ser
en el amor de Dios?
(Benjamín G. Buelta, SJ)
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