Creemos que las grandes cosas sólo pueden ser comprendidas y aceptadas por mentes preclaras y muy desarrolladas. Y nos equivocamos. Son los pequeños, con su mente limpia y su corazón abierto, los que verdaderamente tienen acceso a las grandes verdades reveladas por Dios.
Asumir nuestro cansancio y agobio para ir a quien puede descansarnos y mostrarnos la fuente de la paz y el consuelo. Acudid al Maestro de la mansedumbre y la humildad para aprender a vivir en la esencia de la vida. Experimentaremos la ligereza de nuestra existencia.
La palabra hoy nos invita a 'ir'. Ir en su busca, para estar a su lado, para apoyarnos en Él, para dejar que nos consuele, para romper nuestro miedo, para crecer en la fe, para cargar con su cruz, para abrirle el corazón, para escuchar su propuesta, para cuidar su amistad, para ser con Él.
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados» El alivio es saber que en medio de la dificultad hay alguien que nos acompaña, no nos deja y nos ayuda a vencer nuestra propia soledad al encerrarnos y no ser capaces de comunicar lo que vivimos. Pero él siempre está.
Acudimos a Él para recostar nuestra cabeza en sus hombros y hacer que pase todo aquello que nos aturde, que nos agobia. Acudimos a Él porque sabemos que nos quiere, que su Amor es para siempre, su misericordia es eterna, su paciencia infinita.
Ante los miedos, los agobios, las dudas de lo cotidiano... nos espera siempre para llenar de luz y esperanza nuestra vida.
- Jesús, gracias por invitarme a tu descanso.
- Hoy pongo ante ti mi cansancio, mis luchas y mis miedos.
- Enséñame a ser manso y humilde de corazón como tú.
- Dame la gracia de confiar plenamente en tu amor que consuela y sostiene.
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