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Hacemos silencio con María esperando la Resurrección








" Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones."

Lucas 2, 33-35


Madre (anónimo)
Existió una mujer que tuvo algo de Dios, por la inmensidad de su amor
y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados con Jesús.
Una mujer que siendo joven tuvo la reflexión de una anciana
y en la madurez, siguió trabajando y caminando con el vigor de la juventud.
Una mujer que descubrió los secretos de Dios
con más acierto que la sabiduría de un profeta,
y siendo instruida en la Palabra de Dios,
supo acomodarse al crecimiento de la simplicidad de un niño.
Una mujer que, siendo pobre, supo ser feliz amando
y siendo rica, en espíritu  y vida , lo hubiera dado todo
por no ver sufrir el colmo del latir de su corazón: Jesús.
Una mujer que siendo fuerte, se estremeció en el encuentro hacia el Calvario
y siendo débil, supo permaneció gigantescamente firme al pie de la cruz.
Una mujer que, mientras vivió, muchos no la estimaron
pero, pasados los siglos, pueblos y naciones
la siguen, la seguimos llamando, ¡bienaventurada!
Una mujer que, siendo sencilla, calma todo dolor
y siendo obediente, atrae a todos hacia sí.
Una mujer que, cuando se le mira, todos dolores se olvidan
y cuando abre sus brazos, uno se siente el hijo dichoso y más protegido.
Una mujer que, en Viernes Santo al igual que otras tantas veces,
la vemos a la sombra del crucificado.
En el Sábado Santo, guardando esperanzado silencio
y, en la mañana de Pascua, esplendorosa y radiante,
porque Cristo Resucitó ¡Aleluya!
¿Queréis saber su nombre?
Nunca, con tan pocas letras, nos dice tanto: MARIA
Ayer con Jesús, la ví pasar
y hoy conmigo mismo,
la veo, la contemplo al pie del dolor, en mi propio camino.
Amén
 

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