Empiezan los días santos




Pregón de Semana Santa
Se declara abierto el tiempo de la gracia.
Empiezan los días santos, los días grandes,
en que nuestro Señor Jesucristo
dio la más hermosa prueba de amor.
Debemos escuchar cada una de sus palabras,
contemplar sus gestos, sus detalles,
porque es lo más importante que ha sucedido en el mundo.
Palabras y hechos admirables,
que rompen nuestros moldes y nuestros límites.
Por eso, todas las horas de estos santos días
serán insuficientes para estudiar esta historia,
la más sublime historia de amor.
Contemplamos el amor de un Dios que se empobrece,
para enriquecer a los hombres;
de un Dios que se empequeñece,
para ponerse a la altura de los hombres, elevándolos;
de un Dios que se hace siervo,
para lavar los pies de los hombres;
de un Dios que se hace comida,
para alimentar las hambres de los hombres;
de un Dios que se hace cordero,
para cargar los pecados de los hombres;
de un Dios que sufre hasta la muerte,
para dar vida a los hombres:
de un Dios que bajó a los infiernos,
para sacar de las tinieblas a los hombres.

Nunca se ha visto en la tierra
un amor tan limpio y generoso.
Pero veremos también cómo la muerte
fue engañada y vencida,
porque su amor es más fuerte que la muerte,
y nos regaló la luz de la inmortalidad.
Y así nos enseñó que el camino de la victoria
pasa por la derrota,
que el camino de la vida
pasa por la muerte,
que el camino de la luz
pasa por la cruz.
Vive santamente estos días,
para que puedas entrar en la hondura del amor,
que pasa por la hondura del dolor.
Son días gozosos,
porque, aunque se sufra, se vive en esperanza.
Son también días comprometidos,
días de acercarse a todos los que celebran en vivo
estos misterios;
hemos de descubrir la presencia de Cristo doliente
en los que sufren,
en las víctimas que siguen padeciendo la tortura;
descubrir la presencia de Cristo misericordioso
en el que sirve y el que libera;
descubrir la presencia de Cristo resucitado
en el que lucha y en el que espera.
Vive la Semana Santa desde la oración y la solidaridad.
Celebra los misterios sacramentales
y acércate a los sacramentos de la vida.
Carga, si quieres, los pasos de las procesiones,
pero carga siempre con los pesos vivos de nuestros pobres;
llora la pasión y muerte de los hermanos,
porque en ellos sigue su Semana Santa, Cristo.
¿Sabes cuál es la Semana Santa más bonita?
No la de Jerusalén, o la de Roma o la de Sevilla,
o la de tu pueblo…
Es la Semana Santa que logre acortar las procesiones,
que consiga quitar algún paso o alguna estación del Víacrucis:
algún azote o alguna espina menos,
alguna hora menos de agonía y de tortura,
menos caídas y menos lágrimas, menos expolios,
menos crueldad y menos injusticia,
menos sed y menos abandono.
Dedícate, pues, a abreviar los días y las horas de la Pasión,
para que lleguen antes y sean más largos
los días de la Santa Resurrección.

 Juan Jáuregui Castelo


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