Jesús comunicando vida abre futuro. En el amor que perdona y que invita a caminar, anticipa los cielos nuevos y la tierra nueva. Dios es poderoso para cambiar nuestra suerte. No excluye a nadie su abrazo. Todos somos hermanos.
La gran curación es amar lo que somos, lo que vivimos, quiénes somos, cómo estamos. Nuestro gran sufrimiento es no acoger la vida como es. No querernos. Estar permanentemente quejándonos, juzgando, manifestando inconformidad frente a lo que cada día se nos posibilita vivir. La gran curación es abrazar nuestra realidad y llenarla de gratitud. Tenemos por delante la tarea de dejar las camillas de la nostalgia y de idealizar el futuro. Y abrazar el presente con todas sus fuerzas.
“Hoy hemos visto maravillas” Cuando todo nos sorprende solo sabemos exclamar las maravillas que nos rodean, pero aquel que lo vive con fe y contempla la acción De Dios como la vida que se vive, siente ese asombro como don y gracia que fortalece para caminar.
Jesús ve la realidad de las cosas y las personas con más profundidad que nosotros. Ante aquel paralítico que le presentan, descolgándole desde la terraza, el Señor le perdona sus pecados; y para demostrar que tiene poder para perdonar pecado curó su parálisis. Él hace maravillas.
La camilla del paralítico, al que Jesús perdona y cura, representa su historia de marginación, enfermedad, soledad, pecado. Esa historia no se puede cambiar, es la que tenemos que coger, hacerla nuestra y caminar con ella. El que cambia todo es Jesús, nos pone de pie.
El poder de Jesús para perdonar pecados lo hace concreto y visible. «Ponte en pie», recupera tu dignidad, tu valor de hijo amado. «Toma tu camilla», acoge tu historia con sus pros y sus contras. «Vete a casa», vuelve a ser encuentro contigo, con los demás y con Dios.
Jesús desborda nuestras previsiones: perdona nuestros pecados y cura nuestras parálisis. ¿Necesito reconciliarme con Dios? ¿Me doy cuenta de que me espera en el sacramento de la confesión?
Levántate y anda,
cuando no encuentres horizonte,
porque siempre hay un camino que recorrer,
y no hay razón para dejar de intentarlo
Levántate y anda, aunque te rodeen las sombras.
La luz se abre paso por resquicios insospechados,
y al iluminar la realidad la llena de posibilidades.
Levántate y anda, aunque te opriman las vendas.
Puedes quitarte muchos estorbos que te impiden avanzar,
y avanzarás más liviano, más libre, más alegre.
Levántate y anda, aunque te sientas sin fuerzas.
Es Dios el que te impulsa, quien te lleva de la mano,
quien te llena de espíritu.
Deja atrás las sombras y tumbas, los silencios y miedos,
las parálisis y vendas que te aíslan y entristecen.
Deja atrás las pequeñas muertes que adulteran la vida.
Vamos, levántate y anda.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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