Lo hemos oído otras veces, y hemos sentido lo suave de tu presencia. Pero somos como la oveja que se pierde. Una y otra vez nos decidimos a recorrer caminos que nos confunden. El camino del éxito, de la grandeza, del reconocimiento, del triunfo. Y esos caminos nublan en muchos casos lo sencillo, lo gratuito, lo espontáneo, lo auténtico. Nos vemos envueltos de luces y decorados, pero olvidando nuestra identidad y la de los demás.
Los cansancios y los agobios nos abrazan en el día a día. El tiempo nos lleva en volandas y quisiéramos comprimirlo en mil actividades y rutinas. Sin darnos cuenta, nos va resquebrajando por dentro. El hacer nos aprisiona y hace olvidar dónde poner nuestro centro.
La vida se hace dura muchas veces, y nos pesa, y nos parece que no podemos más ... ¿Acudo a la oración para descansar en Dios? ¿Cuándo y dónde podría hacerlo más o mejor?
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” Jesús nos invita a dejar preocupaciones, enfermedades, miedos, tareas, todo en sus manos. No quiere que vayamos por la vida abrumados y agobiados, quiere que seamos felices y vivamos en paz. Él camina con nosotros.
Cura todas mis enfermedades y dolencias.
Me colma de gracia y de ternura (Salmo 102).
«Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso» Una invitación a afrontar las contrariedades de la vida. La frustración porque las cosas no salen como queremos no debe desesperarnos, la paz de la oración nos debe llevar a intentarlo de nuevo con calma.
El Señor nos invita a ir a él, a descansar en él, a
recobrar el ánimo y las fuerzas a su lado. Él se encarga de aligerar nuestro
peso y de pacificar el corazón. La cuestión no está en desvivirnos por nada
sino en aprender de él la humildad. Seguirle no agobia sino que libera.
Él sabe de nuestros afanes y se ofrece como descanso. Es un descanso diferente, basado en el encuentro, en la calma del abrazo verdadero, en la escucha que deja vacío de ruido el interior. Es un descanso que alivia, que afronta la realidad con calma, paz y verdad. Con Él la vida se llena de confianza, las prisas ocupan un segundo lugar, con Él no existen. Su descanso es regalo, sólo estar con Él.
Porque a veces
estoy cansado y agobiado,
herido, derrotado,
triste o desbordado,
vengo a Ti,
luz que rompe las tinieblas.
Porque a veces
me siento barro frágil
necesitado de forma,
de aliento, de sentido,
vengo a Ti,
alfarero de humanidad.
Porque a veces
grito con júbilo,
río con fuerza,
amo con ganas,
vengo a Ti,
Palabra que enamora.
Cansado o ligero,
sano o herido,
exultante o derrotado
vengo a Ti,
y estoy en casa.
(José María R. Olaizola, SJ)
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