Ir al contenido principal

Mi luz y mi salvación

 


«¿Creéis que puedo hacerlo?»

 (Mt 9,27-31)

Jesús de Nazaret parece condicionar su acción sanadora y salvífica a la fe y confianza que depositan en él.  A los dos ciegos que le piden, por compasión, recobrar la vista, les pregunta: "¿Creéis que puedo hacerlo?"  No les pregunta si creen en sus poderes sino si creen en él.


Jesús no impone, propone. Busca la fe en él al preguntarles a aquellos ciegos. Él les toca los ojos, pero les sucederá según la fe que tiene. Y se les abren los ojos. Comienzan a ver la vida desde una nueva perspectiva. Una visión que no se dice. Se vive.


«Que os suceda conforme a vuestra fe»
Cuando la fe es grande la vida se convierte, no en un compendio de actos mágicos, sino en una vida plena por haber encontrado a quién va a acompañarnos y dará sentido a lo que nos sucede caminando a nuestro lado en lo bueno y en lo regular.

La mirada compasiva lleva siempre a la acción. Jesús los toca, ellos ven, "se les abrieron los ojos'. ¡¡¡Menudo cambio!!! La vida comienza de nuevo. Ellos creen que Él lo puede hacer, se acercan, se dejan tocar, tienen fe... de nuevo la luz, la vida, todo es nuevo. Que durante este Adviento nos dejemos tocar por Él y se nos abran los ojos, se nos llene de luz la vida, para verle en medio de nuestro mundo.

Tú que miras a los que nadie ve, que desvelas verdades que nadie comprende, y te adentras en la oscuridad de nuestras debilidades y abatimientos. ¡Ábrenos los ojos!


¡El Señor es mi luz y mi salvación! Puede haber motivo que fortalezca aún más nuestra confianza ..., mira la historia de tu vida y proclama con convicción: "Realmente, el Señor es mi luz y mi salvación".

El misterio en tus manos

En tus manos, Señor,
pongo mi misterio,
a veces duro,
sin la más mínima
grieta donde escarbar,
impenetrable superficie,
lámina de acero.
Y a veces difuso,
turbio y cambiante
como una humareda
donde se queman
mis días secos.

En tus manos dejo,
mis afanes y trabajos
sepultados en los surcos.
Sólo conoceré su verdad
cuando rajen la tierra
con sus hojas verdes
y su nombre propio.

En tus manos, Señor,
no sé lo que pongo,
pero sé que es mío
porque me enciende
y a veces me congela.
Y sé que es tuyo,
porque por mis grietas
respiro un aroma
que calma la ansiedad,
y me llega un canto
que no tiene estridencias
.

(Benjamín González Buelta, SJ)


 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Señor, enséñame a orar"

“Cuando oréis decid: “Padre”  (Lc 11,2).    Los discípulos fascinados por las palabras y gestos de Jesús se preguntan: ¿De dónde le nace tanta vida al Maestro? Por eso le piden que les muestre el manantial que lleva en el interior, que les enseñe a orar, que les revele “eso” que le lleva a entregar la vida, gratuitamente, por los caminos.   Acoge en silencio profundo la palabra más bella, más entrañable y más nueva que Jesús lleva en su corazón: ¡Abba!   ¿Cuántas veces has dejado de orar? Por dejadez, desánimo...hay mil causas. El Padre es bueno, te espera paciente y sabe que en el fondo de tu corazón anhelas estar cerca de Él. Dile confiado: "Señor, enséñame a orar" En este mundo a veces tan chato y funesto donde pareces no estar, Señor, enséñanos a orar.  Sí, enséñanos a orar, a tener claro y a recordar que somos tuyos y no nuestros. Orar es conectar con la raíz del ser; es entrar en la onda del Padre, sin...

Gracias, Señor.

El titulo de esta entrada me la ha do el Papa Francisco esta mañana en su tuit  @ Pontifex_es Termina un año y estamos a punto de comenzar uno nuevo. Se cierra un libro y empieza un nuevo libro con las paginas en blanco. Hoy es un buen momento para hacer balance del año, pedir perdón, dar gracias y pedir ayuda.  En el año que termina ha habido de todo, pero la certeza del amor de Dios ha estado conmigo todos los días. Su ternura la he sentido muchas veces, y muchas veces su mano me ha levantado. Gracias, Señor porque no termino el año sólo y el nuevo lo puedo empezar contigo. Por eso yo no le pido nada al 2015, yo se lo pido a Dios. En tus manos Señor pongo mi vida en este nuevo año 2015

SAN JOSÉ

Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)