Dios siempre cumple sus promesas. Estamos en el tiempo de la espera confiada. ¿Pongo toda mi confianza en el Señor, o me fío más de otras personas o cosas?
Le preguntan a Jesús por la venida de Elías. Pero él contesta que Elías ya ha venido y no le hicieron ningún caso. Y que el Hijo del hombre vendrá y no solo no le harán caso sino que tendrá que padecer mucho a manos de ellos. Y sigue sufriendo en todos los inocentes maltratados.
A Elías no lo reconocieron y a Jesús tampoco. El desconocimiento se percibe como una amenaza. Se pierde el control y por el miedo, brota el horror. Hay que acabar con quien desestabiliza. El que se imagina que provoca una inestabilidad y atenta contra las seguridades.
La Historia de la Salvación adquiere su plenitud con el nacimiento del Mesías. En la creación ya estaba la Palabra que acampa en este mundo, se hace carne. La promesa de Abrahán se hace verdad. La liberación iniciada por Moisés es plena en el Niño que va a nacer. La relación con Dios se da en el tiempo y el espacio que nos ha tocado vivir, es Dios quien lleva la iniciativa de la misma, al querernos descubrimos que es de salvación.
Ya ha venido Elías a tu vida y Jesús y María. Ya ha venido a nuestra vida todo lo que necesitamos para vivir. "Nada nos falta", decía Teresa de Ávila, "a quien Dios tiene". Creer que nos falta algo, o alguien, es dudar del cuidado providente de Dios, que es compasivo y misericordioso. En vez de ver agradecidos cómo se nos renueva diariamente la vida con todo lo que hay, nos lamentamos de lo que no tenemos.
Señor, danos la mirada de fe de Juan Bautista,
para descubrirte y reconocerte en la vida,
en mis gozos y esperanzas, en mis tristezas y angustias,
en los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias
de los que sufren y de todas las personas.
Qué sepamos verte y oírte, sentirte y tocarte.
Señor, danos la valentía de Juan Bautista,
para gritar con palabras y obras de amor:
“en medio de vosotros hay uno que no conocéis”;
para que sepamos mostrar tu presencia,
a quienes te buscan a ciegas y no te encuentran,
a los que te necesitan, aunque no lo reconozcan.
Señor, gracias por compartir nuestra vida,
gracias porque quieres encontrarte con nosotros,
gracias por la alegría de anunciar a otros tu presencia.
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