Cristo nos invita a pensar bien cómo construimos nuestra vida: sobre roca o sobre arena. ¿Qué cosa concreta puedo hacer hoy para afianzarme más en el Señor?
Para ser de los suyos, ser discípulos, no es suficiente decir lo que hacemos o somos, lo que proponemos o lo que hay que hacer. Para ser discípulo hay que comenzar por un testimonio de vida acorde a la Palabra, al Evangelio. Hacer y decir van juntos. No basta decir 'Señor, Señor', hay que escuchar la Palabra de Dios y hacer de ella proyecto de vida.
“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca” La vida cristiana se asemeja a una casa construida sobre roca cuyos cimientos son la escucha y el cumplimiento de la Palabra de Dios. Jesús nos invita a reflexionar sobre la solidez de nuestra fe y nuestras acciones. ¿Estamos construyendo nuestras vidas sobre la roca firme de las enseñanzas de Jesús?
Dejo que tu Palabra ocupe mi corazón.
Con ellos te diré confiadamente:
Aquí está mi vida, amén.
La voluntad de Dios se va descubriendo conforme se escarba en los acontecimientos, se indaga en su palabra y se edifica la vida en la roca de la fe. Es el único camino para encontrarnos, hallar a otros y llegar a alcanzar la felicidad que se llama Dios.
Para Jesús de Nazaret sólo quien escucha sus palabras y las pone en práctica edifica su casa sobre roca, pues las palabras sin hechos se las lleva el viento.
"Pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca." Nuestras vidas se construyen en medio de días calmados y fuertes tormentas. Aciertos y errores acompañan nuestros días. Lo que nos salva es la roca firme sobre la que edificamos nuestro proyecto personal. Es Dios el que sostiene lo que somos. No como un ejercicio de inhibirnos de responsabilidades, sino con la confianza y seguridad de que caminamos acompañados por el Espíritu de Dios que es impulso y fuente de sabiduría.
Son de arena los suelos
donde nada echa raíz.
De roca la base donde plantamos,
firmes, buenos cimientos.
De arena, los besos sin memoria,
las lágrimas de cocodrilo,
las promesas fugaces.
De roca, los gestos sinceros,
las palabras ciertas,
la compasión arremangada.
De arena, la cháchara hueca,
la puerta cerrada,
la pasión de un día.
De roca el clamor de justicia,
la casa sin llaves,
el amor perpetuo.
De arena, el credo sin preguntas,
la Palabra muda,
el Dios sin misterio.
De roca la fe que se encarna,
compartir la mesa,
perseguir lo eterno.
José M. Rodríguez Olaizola, sj
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