Hoy celebramos la festividad de LA INMACULADA CONCEPCIÓN de la VIRGEN MARIA. Y lo hacemos dentro del marco del tiempo litúrgico del Adviento. Ella fue preparando el camino a la venida al Señor, y le esperó con inefable amor de Madre. Ella, elegida por el mismo Padre para ser la morada de su Hijo en la tierra, es nuestro mejor modelo a seguir, como MUJER CREYENTE que esperó y confió en Dios, en su Palabra. Ella nos enseña y nos invita a acoger de corazón a Jesús que viene a nuestro encuentro, para ser fieles seguidores de su mensaje.
Todos necesitamos ángeles que nos recuerden lo importante. María descubrió a través de un mensajero divino que el Señor la llamaba y la amaba de una manera protagonista. Nosotros también somos amados y llamados cada día a responder con un sí confiado. El "sí" de cada día es acoger todo lo que Dios nos regala en forma de personas, de proyectos, de lugares, que hacen de la vida una fiesta.
Él tiene la iniciativa, no viene a este mundo arrasando, pasando por encima de nuestra condición, de nuestra libertad. El ángel está esperando ese sí pequeño pero hace temblar el mundo para siempre. Dios la ha elegido y con Él podrá superar los imposibles. María confía y deja que sea Dios quien lleve la iniciativa, quien vaya proponiendo y acompañando su nueva vida de ser Madre.
El momento culminante de la Historia, pendiente de la decisión de una mujer judía ... ¿Cómo está mi relación con María, la Madre del Señor, que es también la mía?
El sí de María al plan de Dios es el comienzo del cumplimiento se las promesas. Resulta desconcertante ver a Dios pendiente de la aprobación de una singular creatura. Ese mismo sí hará de aquella joven nazarena la madre de Dios y nuestra Madre. La toda-limpia es nuestra alegría.
Como hijos, nuestra Mamá nos hace partícipes de su herencia espiritual: nos da luz, fuerza y esperanza, para llegar al diseño de vida de gracia, que Dios nos ha destinado desde toda la eternidad.
Niña del sí [fragmento]
Todo estaba
pendiente de tu boca.
Igual que si los hombres, de golpe, se sintieran
con la vida en las manos, detenida,
como un reloj callado y a la espera.
Como si Dios tuviera que esperar un permiso…
Tu palabra sería la segunda palabra
y ella recrearía el mundo estropeado
como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente.
Tú pondrías en marcha, otra vez, la ternura.
Orilla virginal de la palabra, niña del sí preñada con el Verbo,
sin la más leve sombra de no, toda en el Día.
Dios encontraba en ti, desde el primer albor de tus latidos,
la respuesta cabal a su pregunta
sobre la Nada en flor…
Tú lo hacías dichoso desde el Tiempo.
Tu corazón se abría como una playa humilde,
sin diques fabricados,
y en la arena sumisa de tu carne
el mar de Dios entraba enteramente.
(Pedro Casaldáliga)
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