Lo dice el Señor y lo dice también la vida. Lo fácil, la puerta ancha, no nos lleva a nada importante, a lo que realmente necesitamos. Hay que entrar por la puerta estrecha para encontrar lo mejor de uno mismo. También para descubrir lo que significa la misericordia de Dios.
Las lecturas de este domingo nos invitan de manera insistente a estar atentos a la voz del Señor, a «anunciar su gloria a las naciones». Estamos enviados a proclamar su Buena Nueva, como lo hizo el apóstol San Bartolomé que hoy celebramos, entre quienes no le conocen, también entre quienes vemos que olvidan su voz y sus mandatos.
Para entrar por la puerta estrecha hay que esforzarse. No es una conquista personal sino una respuesta a la gracia. Dios nos llama a entrar por ella, pero nosotros debemos renunciar a todo lo que nos «engorda» e impide que la podamos atravesar. Hay que prepararse.
Jesús pone en crisis “la seguridad de los creyentes”. Él nos dice que no es suficiente profesar la fe con los labios. Nuestra fe es auténtica cuando abraza toda nuestra vida, cuando es un criterio en las decisiones que tomamos, cuando nos hace mujeres y hombres que se comprometen con el bien y son capaces de arriesgarse por amor tal y como hizo Jesús. (León XIV)
"Esforzaos en entrar por la puerta estrecha" Se trata optar por Cristo. Puerta estrecha es Él y su seguimiento como nuevo proyecto de construcción del ser humano que conduce a la Vida. Es el proyecto de Dios en Cristo para humanidad, un proyecto de amor, servicio y entrega. Eso es lo que significa la "estrechez". La 'puerta-Cristo" es estrecha" porque Él se dona, se da, se desvive con misericordia; no se mira a sí mismo, sino que constantemente se abre y se entrega.
Jamás alcanzaremos la santidad… si nuestra máxima en la vida es la ley del mínimo esfuerzo. Cambiemos el mal por el bien, el odio por amor, la venganza en perdón.
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