Esta parábola nos enseña la generosidad de Dios. Nos cuesta entender el reino de los cielos con nuestros parámetros humanos. Nos cuesta aceptar la infinita misericordia de Dios al compararla con nuestra cicatería. Incluso nos atrevemos a tachar de injusto a Dios. Agradezcamos haber sido contratados para trabajar en su viña.
Cuando nos creemos dioses, olvidamos quien es Dios. Cuando no entendemos que somos jornaleros, olvidamos quien es el propietario. Cuando nos creemos justos, olvidamos que significa misericordia. Y Dios nos recuerda quienes somos para que entendamos que él llama y paga.
Acoge en tu corazón la invitación que te hace Jesús. Hay mucho que servir en medio de la comunidad. Ponte el delantal y empieza.
"¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" El amor de Dios no puede generar en nosotros envidia sino agradecimiento y alegría, tanto el amor que me tiene como el amor que tiene a otros. Ora para que puedas aceptar de corazón la generosidad de Dios. Siente que su amor es infinito y para todos y ¡alégrate por las bendiciones que otros reciben!
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