Esta fue la respuesta de Jesús ante la pregunta: Entonces ¿quién puede salvarse? Aún estaba en la mente de los judíos de tiempos de Jesús la idea de que la salvación se lograba por el esfuerzo personal. El Señor se desmarca de esa idea y señala como único Salvador al mismo Dios. Abandónate con gozo en los brazos de un Dios que nunca se deja ganar en generosidad y que nos llama a la verdadera libertad para heredar la vida eterna.
Merece la pena seguir a Jesús. Jesucristo vive. Es una persona que continúa viva con la que se establece una relación personal. Seguirle es la mejor opción que podemos hacer en esta vida.
Dios no entra en un corazón que no le abre la puerta. Dios no entra en un corazón que está lleno de otras riquezas. Se queda fuera, esperando. Haz la experiencia de buscar a Dios sin nada, en silencio, en soledad. Déjale abierta la puerta de tu corazón.
La riqueza satisface puntualmente. Da seguridad engañosamente. Trasmite un control y una certeza que es todo un espejismo. Es el sustituto camuflado de un yo que se cree omnipotente y eterno. Es el impedimento para que Dios actúe y sea. Nos aleja de la salvación.
El Reino no se mide en riquezas terrenas: lo imposible para el hombre es posible para Dios. Lo que es imposible para el ser humano, Dios lo realiza en quienes creen y se abren a su gracia, como lo hizo en nuestra madre la Virgen María. En ella se cumple la palabra del ángel Gabriel: “Nada hay imposible para Dios” (Lc 1,37). Quienes lo dejan todo por Él recibirán cien veces más y la vida eterna.
“Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros”. Los que nadie quiere, los que están solos, los que viven en los márgenes, los señalados con el dedo, los que han perdido todo, los que viven con sencillez, los que no ocupan los primeros puestos, los humildes, los pobres... Son primeros para Él.
Señor Jesús, Tú dijiste que para los hombres es imposible,
pero para Dios todo es posible.
Hoy me acerco a Ti con mis límites, mis debilidades y mis miedos. A veces siento que no puedo más, que el camino es demasiado difícil. Pero sé que Tú eres mi fuerza y que en Ti nada está perdido.
Virgen María, Madre de lo imposible, tú que creíste en la Palabra del ángel, enséñame a confiar como tú, a decir “sí” aunque no entienda, a abrir mi corazón a lo que Dios sueña para mí.
Acompáñame en este
camino,
para que nunca dude del poder del Amor, y que, como tú, pueda vivir confiado en que Dios lo puede todo. Amén.



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