«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». (Lc 11,1-4). Aprender a orar es salvar una vida. Porque es como aprender a respirar, como el kit de supervivencia frente a tantas situaciones que nos sobrevienen y provocan auténticos derrumbes. Cuando vivo el agobio y la exigencia: oro. Y se abren los cielos y descubro que se puede relativizar lo que en un momento me parece que absolutiza mi vida. Orar sitúa todo en su perspectiva Divina. No somos todopoderosos. Somos personas limitadas. Con el deseo de amar y de ayudar. Pero con el cansancio de unas fuerzas muy justitas. Orar nos salva porque encontramos el abrazo de quien todo lo puede. «Señor enséñanos a orar» Orar no es sólo mover los labios, o vaciar el interior, sino que nuestra plegaria debe ser parte de nuestra vida y surja de un corazón en plenitud, para que la petición y la acción de gracias nazcan del encuentro con aquel que nos ha amado sin medida. La oración es una práctica que re...