Aprender a orar es salvar una vida. Porque es como aprender a respirar, como el kit de supervivencia frente a tantas situaciones que nos sobrevienen y provocan auténticos derrumbes. Cuando vivo el agobio y la exigencia: oro. Y se abren los cielos y descubro que se puede relativizar lo que en un momento me parece que absolutiza mi vida. Orar sitúa todo en su perspectiva Divina. No somos todopoderosos. Somos personas limitadas. Con el deseo de amar y de ayudar. Pero con el cansancio de unas fuerzas muy justitas. Orar nos salva porque encontramos el abrazo de quien todo lo puede.
«Señor enséñanos a orar» Orar no es sólo mover los labios, o vaciar el interior, sino que nuestra plegaria debe ser parte de nuestra vida y surja de un corazón en plenitud, para que la petición y la acción de gracias nazcan del encuentro con aquel que nos ha amado sin medida.
La oración es una práctica que requiere ser aprendida. No es una petición espontánea llena de egoísmos. No es un reclamo en momentos de dificultad. Orar es tratar con un Dios cercano que nos ama. Jesús nos ha hablado de él y enseñado a orar con Él.
Orar es aprender a escuchar, aprender a hacer su voluntad; no a obedecer, sino amar lo que estás llamado a ser y hacer. No sólo cumplas con tus obligaciones, ama a lo que estás llamado a ser.
Orar cada segundo, en presencia de Dios, contarle a Él, contar con Él. Dejarle sitio, abrir el corazón, que llene nuestro silencio, que escuche nuestro sentir. Encuentro en verdad, transformador, lleno de misericordia. Confianza plena, estar en sus manos.
Jesús nos enseña mostrando una oración que empieza con la palabra 'Padre'. Es una declaración de intenciones. Padre e hijo tienen una relación de amor, de respeto, de admiración, de cuidado de confianza. Orar no es otra cosa que encontrarse, abrazarse, escuchar y contar. Jesús enseña algo más que una oración, enseña una manera de encontrarnos con Dios, de abrir el corazón al mismo, de escuchar su voluntad.
“Cuando oréis decid: “Padre” Los discípulos fascinados por las palabras y gestos de Jesús se preguntan: ¿De dónde le nace tanta vida al Maestro? Por eso le piden que les muestre el manantial que lleva en el interior, que les enseñe a orar, que les revele “eso” que le lleva a entregar la vida, gratuitamente, por los caminos. Acoge en silencio profundo la palabra más bella, más entrañable y más nueva que Jesús lleva en su corazón: ¡Abba!
Pidamos a Dios que nos enseñe a orar con un corazón humilde y confiado, reconociendo nuestra necesidad de su gracia y misericordia.
Hazme un hombre
Señor, instrúyeme por dentro con espíritu firme, ora en mi.
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