Siempre

 

"Hasta setenta veces siete"
 
(Mt 18,21-19,1).

En el mundo de la violencia el perdón es considerado propio de los débiles. 
Sin embargo, no existe nada más fuerte ni poderoso que el amor, la misericordia y el perdón. 
De hecho, al mundo no lo cambiará la violencia o la venganza, sino el perdón de corazón y sincero.

La auténtica paciencia es la que nos lleva a soportar misericordiosamente la contradicción, la debilidad, las molestias, las faltas de oportunidad de las personas, de los acontecimientos o de las cosas.

El perdón es el bálsamo de las heridas. 
El que calma, alivia, y ayuda a cicatrizar. 
En las relaciones es indispensable para crecer, construir y superar. Liberarnos del rencor y caminar. 
No es fácil ni rápido. 
Requiere aceptar la herida, a quien la causó y oración.
 
Cuando nos presentamos delante de Dios sin ningún mérito que exhibir, sino con nuestra propia miseria, Dios se conmueve. 
No hay nada que tengamos que no nos haya sido dado, empezando por la propia vida. 
Nada somos sin Su misericordia.

El perdón nos da salud, nos acerca a Dios y transforma nuestro corazón rencoroso y lleno de resentimientos, en un corazón misericordioso.

Hoy fiesta de Santa Clara de Asís. 
Junto a Francisco descubrió la pobreza como fuente de riqueza. 
La amistad entre ambos fue un cauce para crecer en la vivencia del evangelio sin glosa. 
Encontrar amigos en Dios es una bendición. 
Y cuidarlos.

"Nos convertimos en lo que amamos y a quien amamos da forma a lo que nos convertimos. Si amamos las cosas, nos convertimos en una cosa. Si no amamos nada, nos convertimos en nada. La imitación no es una imitación literal de Cristo, más bien significa poder convertirse en la imagen del amado, una imagen revelada a través de la transformación. Esto significa que debemos convertirnos en recipientes del amor compasivo de Dios por los demás”. 

«Mírate cada día en el espejo de la pobreza,
la humildad y la caridad de Cristo, y observa en Él tu rostro»

 



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