Profeta y mártir

“Herodes tenía miedo de Juan, 
ya que se daba cuenta de que era un hombre justo y santo”. 
   (Mc 6, 17-29)

 

Hoy es la fiesta del martirio de San Juan Bautista, tan humilde que no se sentía digno de desatar las sandalias del Señor y que nos sigue invitando a allanar los senderos. 

Hoy siguen haciendo falta profetas que testimonien con su vida la Verdad que nos salva, que señalen el camino hacia Dios y den sus vidas por amor. 

El trabajo de Juan Bautista continúa la línea de los profetas de Israel, que denunciaban los pecados sociales y anunciaban a su pueblo la presencia de Dios, que los haría salir del oprobio y de la crisis

Juan es el profeta de la denuncia y del anuncio. 

Es un poco de luz en medio de la noche, una ráfaga de verdad en medio de la hipocresía. 

Gusta pero molesta. Intentan acallar su voz con la muerte violenta, pero su voz seguirá viva en el corazón del mundo. 

Acoge la voz profética de los que viven a tu lado. 

Reaviva la vocación profética que has recibido en el bautismo. 

Que los miedos no ahoguen tu voz ni escondan tu verdad.   


 

«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». 

Teniendo la oportunidad de pedir el bien, hay ocasiones que pedimos el mal. 

Tanto para nosotros, como para los demás. 

En vez de construir, destruimos.

 En vez de ayudarnos nos alejamos. 

Es el misterio de la libertad humana. 

Queriendo el bien, elegimos el mal. Jesús seguirá siempre optando por el amor.

La muerte del Bautista es la reacción a su denuncia. 

Había provocado el odio por descubrir una relación ilícita. 

La verdad tiene sus detractores, que no la soportan. La única salida es silenciar a quien molesta y despierta la conciencia.


Herodes 'respetaba a Juan' pero cambia de opinión por agradar a su mujer. 

Deja atrás sus principios aunque ello le conduzca a matar a Juan. 

En la vida hay que elegir entre la honestidad y autenticidad de vida o dejarse llevar por el quedar bien. 

 

Señor, ¡cuántas veces hago cosas para no quedar mal, aún en contra de mis convicciones! 
Creo que así voy a ser reconocido y querido. 
¡Cuánto lamento actuar así! 
Perdóname.

 


 

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