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Unidos a ti



"Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante" 
(Jn 15,1-8) 

Dios ha plantado una viña entre nosotros y cuida de sus sarmientos.
Cristo es la vid.
Al que da fruto, lo poda para que dé más.
Grandes racimos de uva que se convertirán en vino.
Vino que consagrado será sangre de Cristo.
Sangre que es vida entregada.
Frutos de amor y servicio.

Cuando dejamos que el orgullo y la soberbia campen a sus anchas, no damos espacio a Cristo.
Qué difícil es entonces perdonar, conciliar, acoger...
Sin Él no podemos hacer nada.
Porque Cristo es nuestra fortaleza, la luz que nos revela la verdad, la savia nueva que nos da vida.

¡Qué alivio saber que el único requisito para formar parte de la familia de Dios es engancharse a Cristo como el “sarmiento a la vid”!
La vida del discípulo es eso, dejar que la savia de Cristo corra por nuestras venas para dar frutos de autenticidad, es decir, frutos de misericordia de Dios, de perdón y reconciliación, así recibe gloria nuestro Padre Dios, nos dice Jesús.


Jesús utiliza la imagen de la viña para transmitir un mensaje de comunión y de unión.
Vinculados a Dios por el amor, los apóstoles darán fruto.
Serán los amigos de Jesús y llevarán a cabo la obra que les ha confiado

La vida cristiana es dar fruto, dar vida.
Es decir, producir aquello que nutre y alimenta sobre todo el alma.
Nuestro esfuerzo debe ser colaboración con el Viviente.


Pidamos cada día que venga a nosotros el Espíritu Santo; Él nos mantendrá unidos a Cristo para que podamos dar frutos de vida eterna.

"Permaneced en mí y yo en vosotros".
Que nada ni nadie me separe de ti, Señor.
Solo unido a ti podré crecer y dar vida.

Seamos como María del Evangelio, plenitud del fruto de Dios, porque ella nos enseña que "el que permanece en mí da fruto abundante".

Juntos
Juntos Tú y yo, Señor,
podemos todo.
Por eso:
porque Tú estás conmigo
y Tú eres fuerte;
pero también por esto:
porque yo estoy contigo
y yo soy débil.
Por carecer de fuerza en sí misma la hiedra,
es por lo que se eleva hacia la altura
adhiriéndose al tronco milenario.
Por carecer de vida en sí mismo el sarmiento,
es por lo que florece y fructifica
injertado en la vid.
Injertando mi nada en Ti,
que eres la Vida
podemos florecer.
Adhiriendo mi nada en Ti,
que eres la Fuerza
podemos resistir.
Juntos Tú y yo, Señor, podemos todo…
Déjame solamente carecer.
(Cristina White, rscj)



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