Hacerte pequeño
”El que se haga pequeño
como este niño”
(Mt 18, 4).
Jesús coloca a un niño en medio.
Es su signo frente a toda ambición humana.
El pequeño mira a su alrededor con los ojos de la
esperanza.
Es indefenso ante los grandes males del mundo: la guerra,
la xenofobia, el antisemitismo.
No entiende de estrategias ni cálculos, pero sabe vivir
intensamente el amor.
¿Cómo entiendes tú lo de hacerte pequeño?
¿Qué sentimientos llevas en el corazón?
Para ello es
necesario "nacer de nuevo", por medio de la gracia, que recibimos en
la Palabra y los Sacramentos y que nos renueva y nos recrea.
Señor, delante de ti yo quiero ser sólo un pobre,
quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades;
también, Señor, quiero traspasar mi propia culpa
y entrar a tu casa desnudo,
meterme en tu corazón como un niño.
Quiero mirarte a los ojos suplicándote
confiadamente.
Quiero, Señor, y deseo apoyarme sólo en tu amor,
descansar en tu amor como un niño en el regazo de su madre,
y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor.
Tu amor es la casa que me tienes preparada;
he sentido tu invitación
y entro en ella sin que me avergüence mi pecado;
sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.
Tú nunca me vas a echar,
sólo me pides que crea en tu amor,
que me atreva a vivir en tu amor,
Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños;
para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti
y pueda amarte con todo el corazón
y compartir tu amor con los más pequeños.
quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades;
también, Señor, quiero traspasar mi propia culpa
y entrar a tu casa desnudo,
meterme en tu corazón como un niño.
Quiero mirarte a los ojos suplicándote
confiadamente.
Quiero, Señor, y deseo apoyarme sólo en tu amor,
descansar en tu amor como un niño en el regazo de su madre,
y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor.
Tu amor es la casa que me tienes preparada;
he sentido tu invitación
y entro en ella sin que me avergüence mi pecado;
sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.
Tú nunca me vas a echar,
sólo me pides que crea en tu amor,
que me atreva a vivir en tu amor,
Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños;
para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti
y pueda amarte con todo el corazón
y compartir tu amor con los más pequeños.
Amén.
Recordamos hoy al
Padre Kolbe, misionero franciscano
en Japón, se encontró en su tierra polaca con la llamada del Señor a vivir lo
que había anunciado:
La bienaventuranza de los pobres.
Detenido por las fuerzas
de ocupación e internado en el campo de concentración de Auschwitz, se ofreció
para salvar a un padre de familia:
"Soy un sacerdote católico polaco.
Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos"...
Entregó su vida
a cambio de un padre de familia condenado a muerte, el 14 de agosto de 1941.
Tuvo el valor de
asemejarse a Jesucristo, incluso hasta la muerte.
Junto a él,
oramos también por todos los que murieron en los campos de concentración.
Hoy también hay
muchos mártires, muchos perseguidos por amor a Cristo:
¡Ellos son la verdadera
fuerza de la Iglesia!
San Maximiliano Kolbe, ruega por nosotros
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