Hacerte pequeño




”El que se haga pequeño 
como este niño” 
(Mt 18, 4).

Jesús coloca a un niño en medio.
Es su signo frente a toda ambición humana.
El pequeño mira a su alrededor con los ojos de la esperanza.
Es indefenso ante los grandes males del mundo: la guerra, la xenofobia, el antisemitismo.
No entiende de estrategias ni cálculos, pero sabe vivir intensamente el amor.

¿Cómo entiendes tú lo de hacerte pequeño?
¿Qué sentimientos llevas en el corazón?



Jesús nos invita a ser como niños, acogiendo el Evangelio con confianza y sencillez.


Para ello es necesario "nacer de nuevo", por medio de la gracia, que recibimos en la Palabra y los Sacramentos y que nos renueva y nos recrea.


Señor, delante de ti yo quiero ser sólo un pobre,
quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades;
también, Señor, quiero traspasar mi propia culpa
y entrar a tu casa desnudo,
meterme en tu corazón como un niño.
Quiero mirarte a los ojos suplicándote
confiadamente.

Quiero, Señor, y deseo apoyarme sólo en tu amor,
descansar en tu amor como un niño en el regazo de su madre,
y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor.
Tu amor es la casa que me tienes preparada;
he sentido tu invitación
y entro en ella sin que me avergüence mi pecado;
sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.

Tú nunca me vas a echar,
sólo me pides que crea en tu amor,
que me atreva a vivir en tu amor,
Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños;
para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti
y pueda amarte con todo el corazón
y compartir tu amor con los más pequeños.
Amén.

Recordamos hoy al Padre Kolbe, misionero franciscano en Japón, se encontró en su tierra polaca con la llamada del Señor a vivir lo que había anunciado: 

La bienaventuranza de los pobres. 
Detenido por las fuerzas de ocupación e internado en el campo de concentración de Auschwitz, se ofreció para salvar a un padre de familia: 
"Soy un sacerdote católico polaco. 
Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos"...
Entregó su vida a cambio de un padre de familia condenado a muerte, el 14 de agosto de 1941.
Tuvo el valor de asemejarse a Jesucristo, incluso hasta la muerte.
Junto a él, oramos también por todos los que murieron en los campos de concentración.

Hoy también hay muchos mártires, muchos perseguidos por amor a Cristo: 
¡Ellos son la verdadera fuerza de la Iglesia!

San Maximiliano Kolbe, ruega por nosotros

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