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Somos hermanos



“Todos vosotros sois hermanos” 
(Mt 23,8)

Jesús insiste en la igualdad de todos los discípulos.
Ninguno es más que nadie.
Ninguno es menos que nadie.
Los dones de cada uno no son para marcar diferencias, sino para embellecer la vida de la comunidad.
Trata de vivir el día de hoy sin compararte ni medirte con nadie.
Abre tu mano izquierda para acoger los dones de los que viven cerca de ti.
Abre tu mano derecha y reparte lo que Dios te ha dado.

Gracias, Señor, por el regalo de la Iglesia.
Gracias, por su belleza y ternura.
Gracias por ese espacio en el que todos somos hermanos.  

Señor, te doy gracias, porque me has llamado,
porque nos llamas a todos para formar una gran familia,
una familia en la que nadie domine a nadie,
una familia que respete y potencie el crecimiento de todos,
una familia en la que los pobres, los que están tristes, los fracasados,
los despreciados, los débiles se vean valorados
y sean escuchados y respetados y asistidos.

Nos llamas para rescatar a los perdidos,
para rebajar a los soberbios y prepotentes.
para convocar a todas las personas a una gran fraternidad.

Te doy gracias, porque todos somos valiosos para ti,
por grande que sea o nos parezca nuestra debilidad.
Necesitas gente que no tenga miedo de ser débil.
que se deje llevar por ti día a día.
No quieres superhombres ni supermujeres,
porque no sabrían ser hermanos,
no sabrían compadecerse de los pequeños,
ni sabrían ser verdaderamente agradecidos.

Necesitas gente sencilla,
que conozca su propia debilidad
y así aprenda a sostenerse en ti y en los hermanos.
Si no somos débiles, ¿cómo podríamos recibir?
Si no recibiésemos, ¿cómo podríamos ser agradecidos?
Necesitas gente que sepa compadecerse de sus hermanos,
con respeto y sin engaños.

Ayúdanos a construir tu fraternidad,
a no creernos más que nadie,
a no despreciar, a no juzgar, a no condenar a nadie,
a creer en tu amor por cada persona.

Ayúdanos a no considerarme menos que nadie,
a no despreciarme y condenarme,
porque yo también soy obra tuya,
porque me aprecias y me amas con locura.

Señor, ayudarme a ser hermano,
Tú no quieres que sea ni señor ni esclavo de nadie.
Ayúdame a distinguir el mal del bien,
a no ser pasar de largo ante los problemas de la gente
No dejes que me cruce de brazos,
antes de llegar a dar la vida.

Señor, gracias por acordarte de mí y llamarme.
Cuenta conmigo, Señor, toma mi debilidad
Acompáñame y guíame cada día. Amén.


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