Andamos cogidos de la mano del Señor.
“Después de despedir a la gente,
subió al monte a
solas para orar”
(Mt 14,23)
Para Jesús, más allá de todo, está el Padre.
No trata de
rumiar en su interior los éxitos, sino de descalzarse de todo ruido para estar
a solas con su Padre.
Acostúmbrate a tener todos los días un momento así.
Déjalo todo, deja a todos, y en silencio abre tu corazón
al Padre.
En tu Fuente, quiero beber, Señor.
En esa hondura, Tú
recreas mi agua.
Y mañana, ¡de nuevo a ser fuente en medio de las gentes!
Después de la
multiplicación de los panes y otros milagros, Pedro se siente fuerte y pide
caminar sobre las aguas.
Le pasó como nos
pasa a nosotros: queremos hacer cosas más o menos grandes y de pronto nos entra
el pánico.
Hemos olvidado
que el andar sobre las aguas es pura gracia.
Andamos cogidos de la mano del Señor.
Si lo olvidamos y nos atribuimos el éxito nos hundimos.
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