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Trigo soy de Dios



"Limpiáis por fuera la copa y el plato, 
pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad" 
(Lc 11, 37-41)

Las abluciones de los fariseos eran una norma de higiene, pero también una alusión a la pureza de espíritu. 
Jesús les echa en cara la hipocresía del que busca la seguridad en las prácticas religiosas pero no cambia por dentro.
Así dice Jesús a los fariseos y al fariseo que todos llevamos dentro.
Generalmente cuidamos más la belleza exterior que la interior, nos importa más el aplauso de las personas que el reconocimiento de Dios, nos gusta destacar más nuestras buenas obras que las de los demás.
Jesús nos llama a la coherencia, a la humildad, a la verdad.
Si nuestra fe no nos hace más sensibles a las necesidades de los que nos rodean tal vez tengamos que aplicarnos las palabras de Jesús.

• Señor, que tú seas lo primero para mí.

Señor, también yo vivo preocupado por la apariencia
y no me ocupo del cuidado del corazón.
Dedico más tiempo a maquillarme que a mejorarme,
a aparentar bondad que a ser bueno,
a cuidar más las ramas que las raíces,
a vivir más de cara afuera que de cara adentro.

Hazme comprender, Señor, que no desperdicio el tiempo

cuando me dedico a reflexionar y a pensar,
a sopesar las consecuencias de lo que hago y de lo que no hago;
cuando procuro espacios de silencio y de quietud,
para poder escuchar, escucharme y escucharte.

Ayúdame, Señor, a cuidar y a alimentar mi espíritu,

leyendo buenas lecturas, viendo bellos paisajes,
acercándome a las personas que me pueden motivar
y a todas aquellas a las que puedo ayudar,
dejando que tu amor me purifique y me dé vida.

Amén.

Celebramos la memoria del mártir san Ignacio de Antioquía, que peleó el combate de la fe hasta derramar su sangre por Cristo.
Obispo de Antioquía en el siglo I, Ignacio fue arrestado y condenado a ser arrojado a las fieras. Cuando iba hacia Roma, varias comunidades de cristianos lo recibieron con suma veneración. Él se lo agradeció afectuosamente en cartas escritas durante su viaje; les animó a adherirse firmemente a la fe y a permanecer unidos a la jerarquía “como cuerdas de una lira”.
Les pidió a los cristianos no impedir que muriera como mártir, porque:  

"Lo único que para mí habéis de pedir es fuerza interior y exterior, a fin de que no sólo de palabra, sino también de voluntad me llame cristiano y me muestre como tal...
Escribo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco que estoy presto a morir de buena gana por Dios, si vosotros no lo impedís.
A vosotros os suplico que no tengáis para conmigo una benevolencia intempestiva. Dejadme ser alimento de las fieras, por medio de las cuales pueda yo alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios que ha de ser molido por los dientes de las fieras, para ser presentado como pan limpio de Cristo" (Carta de San Ignacio a los Efesios, camino del martirio).

También nosotros nos convertimos en el pan de Cristo y nuestra vida debe convertirse en una eucaristía, una ofrenda de acción de gracias con el mismo Jesucristo.


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