Primer domingo de Adviento: EL SEÑOR ES FIEL.
El Tiempo de Adviento nos devuelve el horizonte de la
esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios.
En Adviento dejémonos
guiar por María que es madre
¡Queridos hermanos y hermanas!
Comenzamos hoy, primer domingo de
Adviento, un nuevo año litúrgico, o sea un nuevo camino del Pueblo de Dios con
Jesucristo, nuestro pastor que nos guía en la historia hacia el cumplimiento
del Reino de Dios. Por lo tanto este día tiene una fascinación especial, nos
hace probar un sentimiento profundo del sentido de la historia.
Redescubramos la belleza de estar todos en
camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y la humanidad entera, los
pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino hacia los senderos
del tiempo. ¿En camino hacia donde? ¿Hay una meta común? ¿Cuál es esta meta?
El Señor nos responde a través del profeta
Isaías: “Al final de los días, el Monte del Templo del Señor/ estará firme en
la cima de los montes/ y se levantará encima de las colinas/ y hacia éste
afluirán todos los pueblos./ Vendrán muchos pueblos y dirán: /Venid, subamos al
monte del Señor, / al templo de Jacob, / para que nos enseñe sus vías / y
podamos caminar por sus senderos”. Esto es lo que dice Isaías sobre nuestra
meta a la que nos dirigimos.
Es una peregrinación universal hacia una
meta común, que en el antiguo testamento es Jerusalén, donde surge el templo
del Señor, porque desde allí, desde Jerusalén ha venido la revelación del
rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado en Jesucristo su
cumplimiento, es el 'templo del Señor', se ha vuelto Él mismo, el Verbo hecho
carne: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra peregrinación, la
peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y con su luz también los otros pueblos
pueden caminar hacia el Reino de la justicia y de la paz.
Dice aún el profeta: Romperán sus
espadas y las harán arados, /de sus lanzas harán hoces; una nación no levantará
más la espada / contra otra nación, no aprenderán más el arte de la guerra'.
Me permito de repetir esto que dice el
profeta: escuchen bien: 'Romperán sus espadas y las harán arados, /de sus
lanzas harán hoces; una nación no levantará más la espada / contra otra nación,
no aprenderán más el arte de la guerra'.
¿Pero cuándo sucederá esto? Qué hermoso
día en el cual las armas sean desmontadas y transformadas en instrumentos de
trabajo. Qué lindo día será este, y esto es posible, apostamos sobre la
esperanza sobre una paz que será posible.
Este camino nunca ha concluido. Como en la
vida de cada uno de nosotros es siempre necesario partir nuevamente, levantarse
nuevamente, encontrar el sentido de la meta de la propia existencia. Así para
la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el
cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! ¡Ese horizonte para hacer
un buen camino!
El tiempo de Adviento que hoy de nuevo
comenzamos nos restituye el horizonte de la esperanza, una esperanza que no
desilusiona porque está fundada sobre la palabra de Dios. ¡Una esperanza que no
desilusiona simplemente porque el Señor nunca desilusiona. Él es fiel y Él
nunca desilusiona! Pensemos y sintamos esta belleza.
El modelo de esta actitud espiritual, de
este modo de ser y de caminar por el camino es la Virgen María. Una simple
joven de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios. En su
vientre, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre, se ha hecho
historia: Jesucristo. Su Magnificat es el cántico del pueblo de Dios en camino,
y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en la potencia de su misericordia.
Dejémonos guiar por Ella que es madre, que
es mamá y sabe cómo guiarnos, dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera
y de vigilancia operosa".
FRANCISCO en el Ángelus de hoy domingo
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