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En Navidad, como María, hagámosle sitio a Jesús que viene.

La Navidad está cerca. En estos días que preceden al nacimiento del Señor la Iglesia, como María está a la espera de un parto. También Ella “sentía lo que todas las mujeres en ese época”. Siente estas “percepciones interiores en su cuerpo, en su alma” que el hijo está llegando. María siente en el corazón que quiere ver el rostro de su Niño. Nosotros, como Iglesia, añadió, “acompañamos a la Virgen en este camino de espera” y casi “queremos apresurar este nacimiento del Señor”. El Señor viene dos veces: “la que conmemoramos ahora, el nacimiento físico” y la que vendrá “al final”. Pero como afirma San Bernardo, hay otro tercer nacimiento:

“Hay una tercera venida del Señor: la de todos los días. ¡El Señor todos los días visita su Iglesia! Visita a cada uno de nosotros y también nuestra alma entra en esta semejanza: nuestra alma se parece a la Iglesia, nuestra alma se parece a María. Los padres del desierto dicen que María, la Iglesia y nuestra alma son femeninas y que lo que se dice de una, se puede decir análogamente de la otra. Nuestra alma esta en espera, en esta espera por la venida del Señor; un alma abierta que llama: ‘¡Ven Señor!’”.

Y también, a cada uno de nosotros, en estos días: “El Espíritu Santo nos mueve a hacer esta oración: ¡Ven! ¡Ven!”. Todos los días del Adviento, recordó, “hemos dicho en el prefacio que nosotros, la Iglesia, como María, estamos vigilantes en la espera”. Y la vigilancia, evidenció, “es la virtud del peregrino. Todos nosotros ¡somos peregrinos!”.

“Me pregunto: ¿Estamos en espera o estamos cerrados? ¿Estamos vigilantes o estamos seguros en un albergue, en el camino y no queremos seguir hacia delante?¿ Somos peregrinos o estamos errantes? Por esto la Iglesia nos invita a rezar este ¡Ven!, a abrir nuestra alma y que nuestra alma esté, en estos días, vigilante en la espera. ¡Vigilar! ¿Qué sucede en nosotros si viene el Señor o si no viene? Si hay lugar para el Señor o hay lugar para la fiesta, para hacer compras, hacer ruido… ¿Nuestra alma está abierta, como está abierta la Santa Mare Iglesia y como estaba abierta la Virgen? ¿O nuestra alma está cerrada y hemos puesto en la puerta un cartel muy educado que dice: ‘Se ruega no molestar?

“El mundo no termina con nosotros, nosotros no somos más importantes que el mundo: ¡es el Señor, con la Virgen y la Madre Iglesia!”. Entonces “nos hará bien repetir la invocación: “¡Oh sabiduría, oh llave de David, oh Rey de las Naciones, ¡ven!”.

“Y hoy repetir muchas veces: ¡Ven! es tratar de que nuestra alma no sea un alma que diga: ‘¡No molestar!’. ¡No! Que sea un alma abierta, que sea un alma grande, para recibir al Señor en estos días y que comience a sentir lo que mañana en la antífona nos dirá la Iglesia: Sabed que hoy viene el Señor! ¡Y mañana veréis su gloria!”

                                                       
Francisco, en la homilía de  Santa Marta.

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