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Nos disponemos a celebrar la Navidad, contemplando a María y a José,


"En este cuarto domingo de Adviento el evangelio nos narra los hechos precedentes al nacimiento de Jesús, y el evangelista Mateo los presenta desde el punto de vista de san José, el prometido esposo de María.
José y María vivían en Nazaret; no habitaban todavía juntos porque el matrimonio no se había realizado. 
En ese tiempo intermedio, María después de haber recibido el anuncio del ángel quedó en cinta por obra del Espíritu Santo. 
Cuando José se da cuenta de este hecho queda desconcertado. 
El evangelio no explica cuáles eran sus pensamientos pero nos dice lo esencial: él quiere hacer la voluntad de Dios y está listo a la renuncia más radical.

En cambio de defenderse para hacer valer sus derechos, José elige una solución que para él representa un sacrificio enorme: 'Porque era un hombre justo y no quería acusarla públicamente, pensó de repudiarla en secreto'.

De manera breve esta frase resume un verdadero y propio drama interior, si pensamos al amor que José tenía por María. 
Pero también en tal circunstancia, José quiere hacer la voluntad de Dios y decide, seguramente con gran dolor, despedir a María en secreto.

Es necesario meditar sobre estas palabras para entender la prueba que José debió superar en los días anteriores al nacimiento de Jesús. 
Una prueba similar al sacrificio de Abraham cuando Dios le pidió a su hijo Isaac: renunciar a la cosa más preciosa, a la persona más amada. 
Pero como en el caso de Abraham, el Señor interviene: ha encontrado la fe que buscaba y abre un camino diverso, un camino de amor y felicidad: 'José -le dice- no temas de tomar contigo a María, tu esposa. De hecho el niño que ha sido generado en ella proviene del Espíritu Santo'.

Este evangelio nos muestra toda la grandeza de ánimo de José. 
Él estaba siguiendo un buen proyecto de vida pero Dios reservaba para él otro plan, una misión más grande.

José era un hombre que siempre sabía escuchar la voz de Dios, era profundamente sensible a su secreta voluntad, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo más profundo del corazón y desde lo alto.

No se había obstinado a seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenara el ánimo, sino que estuvo listo a ponerse a disposición de la novedad que, de manera desconcertante le era propuesta.

Es así un hombre bueno que no odiaba, no permitió que el rencor que le avenenara el alma. 
Cuantas veces nos ha sucedido a nosotros que el odio y la antipatía incluida, el rencor nos envenenan el alma. 
Y esto nos hace mal. 
No permitirlo nunca: él es un ejemplo de esto. 
Y así José se volvió aún más grande.

Aceptándose de acuerdo al designio del Señor, José se encuentra plenamente consigo mismo, más allá de sí mismo. Esta libertad de renunciar a lo que es suyo, a la posesión de su propia existencia y esta plena disponibilidad interior a la voluntad de Dios, nos interrogan y nos muestran el camino.

Nos disponemos por ello a celebrar la Navidad, contemplando a María y a José
María la mujer llena de gracia y que tuvo el coraje de confiar totalmente en la palabra de Dios. 
José, el hombre fiel y justo que prefirió creer en el Señor, en cambio de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. 
Con ellos caminamos hacia Belén”.
Ángelus de hoy 

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