Haití, una llamada a ser testigo de la compasión de Dios.


Dios nuestra esperanza,

te confiamos las víctimas del terremoto en Haití.

Desconcertados por el incomprensible sufrimiento de inocentes,

ayúdanos a ser testigos de tu compasión. (Taizé)

En estos días todos nos sentimos conmovidos ante las imágenes que nos muestran los medios de comunicación sobre el terremoto de Haití. Muchos se preguntan: ¿Dónde estaba Dios? ; ¿estaba Dios en Haití? El ser humano se revela ante el mal, si es de los inocentes más, y no encuentra una respuesta adecuada. Muchos alzan su voz estos días negando la existencia de Dios. Por qué si Dios es bueno permite esto. ¿Es verdad que Dios no hace nada?

Monseñor Sebastián, Arzobispo emérito de Pamplona, se preguntaba hace unos días: ¿Podemos culpar a Dios? Qué fácil es culpar a Dios de todos los males, pero que pocas veces nos acordamos de Él para darle gracias por lo que tenemos y Él nos da. La Revelación nos dice que Dios ha creado todo por amor, todo lo hizo bueno dice el Génesis y lo puso en las manos de los hombres. Otra cosa es cómo utilizamos la obra maravillosa que Dios nos ha dado.

´´La verdad es que los hombres no utilizamos bien los abundantes recursos que Dios ha puesto en el mundo´´. En nuestros egoísmos nos comportamos como niños pequeños que no queremos compartir nuestros juguetes con los demás niños. Lo mío es para mí y lo tuyo también. Como dice Monseñor Sebastián: Si los hombres fuéramos más justos y más sensatos buscaríamos siempre el bien de todos. Queremos disfrutar del mundo sin compartirlo. Luego la culpa del sufrimiento de nuestros hermanos la tiene Dios. ¿También tiene Dios la culpa de la existencia de un "primer mundo" y "tercer mundo". Dios quiere un mundo de hermanos que disfrutan juntos de los bienes. Somos nosotros los responsables de de nuestros hermanos. ¿Dónde está tu hermano? Es la pregunta que constantemente nos hace Dios a cada uno de nosotros.

Dios no es impasible ante el sufrimiento de los hombres. Ha enviado a su Hijo, que como dice el prologo del Evangelio de San Juan. "A los suyos vino y los suyos no le recibieron". También nosotros seguimos rechazándolo, nos creemos autosuficientes y no queremos la ayuda de Dios. Pero el amor de Dios es tan grande que aún sabiendo esto, se hizo vulnerable en su Hijo. Nadie puede decir que Dios se haya mostrado insensible al dolor de los hombres. El mismo ha entrado en el mundo de la pobreza y del sufrimiento. El mismo ha entrado en el mundo de la pobreza y del sufrimiento. En Jesús, en su entrega por nosotros, Dios nos sigue mostrando la verdad de su amor para que creamos en El, para que nos dejemos guiar por El, para lleguemos a construir, con su ayuda, un mundo de hermanos en donde el dolor sea vencido por el amor. No debemos hablar de los castigos de Dios. Tenemos que hablar de la obstinación de nuestra soberbia, de las consecuencias de nuestros pecados.

Así pues ¿y Dios, dónde estaba? Sin duda que no estaba jugando al golf, recordaba el nuevo Arzobispo de Oviedo, haciendo turismo estirado o distrayéndose podando bonsáis. Dios estaba en las víctimas, muriendo con ellas una vez más. Pero también está en la gente que está entregado su tiempo, su dinero, sus talentos y saberes para ayudar a sus hermanos: ahí están las manos de Dios repartiendo ternura, ahí sus labios diciendo palabras consoladoras, ahí sus silencios cuando es callando como se dicen las mejores cosas, ahí su corazón cuando sabe palpitar con el latido de la gente que tiene entraña.

Dios es siempre fuente de vida y de amor, también en los momentos de tribulación y de muerte. Cada vez que pensamos en los demás, en aliviar la pena del que sufre estamos dando aliento y dibujando una sonrisa en la vida del otro. Eso e s lo que Jesús ha hecho por nosotros, no lo olvidemos.

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