Hoy los magos confiesan y testimonian con sus regalos. Nosotros deberíamos tratar de regalar al mundo nuestro testimonio de nuestra fe, sin miedo y sin vergüenza. Es el mejor regalo que podemos hacer. Nuestro mundo necesita del Niño que ha nacido en Belén. En medio de nuestras oscuridades hemos recibido la luz de la fe. El mejor regalo que podemos dar a los demás es: ser nosotros mismos estrellas que indican el camino que conduce hacia el portal de Belén a todos los que buscan a Cristo, sin saberlo.
Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)
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