EL BAUTISMO

" Recibiendo el Bautismo, estos niños obtienen en don el sello espiritual indeleble, el "carácter", que signa interiormente para siempre su pertenencia al Señor y los hace miembros vivos de su cuerpo místico, que es la iglesia. Mientras entran a formar parte del Pueblo de Dios, para estos niños inicia hoy un camino que debería ser un camino de santidad y de conformación a Jesús, una realidad que es puesta en ellos como la semilla de un esplendido árbol, que debe hacerse crecer. Por esto, comprendiendo la grandeza de este don, desde los primeros siglos se ha tenido el cuidado de dar el bautismo a los niños apenas nacidos. Ciertamente, habrá después necesidad de una adhesión libre y conciente a esta vida de fe y de amor, y es por esto que es necesario que, después del Bautismo, ellos vengan educados en la fe, instruidos según la sabiduría de la sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, de modo que crezca en ellos este germen de la fe que hoy reciben y que puedan alcanzar la plena madurez cristiana. La Iglesia que los recibe entre sus hijos debe hacerse cargo, junto a sus padres y a sus padrinos, de acompañarlos en su camino de crecimiento. La colaboración entre la comunidad cristiana y la familia es muy necesaria en el actual contexto social, en el que la institución familiar es amenazada de muchas partes y tiene que hacer frente a no pocas dificultades en su misión de educar en la fe. El disminuir de las estables referencias culturales y las rápidas transformaciones a la que es continuamente expuesta la sociedad, hacen verdaderamente arduo el empeño educativo. Por esto, es necesario que las parroquias se dediquen siempre más a sostener las familias, pequeñas iglesias domésticas, en su trabajo de transmisión de la fe. "
(Benedicto XVI)

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