Nuestra fe ilumina nuestra vida,
“¿Se trae el candil
para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el
candelero?”
(Mc 4,21).
¡Qué contrasentido el de envolver la luz en oscuridad!
Jesús es la luz que ilumina en medio de la humanidad;
se hace presente en los caminos y en las plazas;
conecta con la esperanza escondida de todo ser humano.
¿Qué es tener luz?
¿Acaso no es tener lleno de misericordia el corazón
y dispuestas las manos para realizar algo
a favor de los
seres humanos, más pobres?
Nuestra fe —poca o mucha— ilumina nuestra vida.
Y los creyentes debemos iluminarnos mutuamente
y cooperar para que la luz de Cristo
sea más viva en el mundo.
Hemos recibido la fe como un regalo precioso;
y en la medida en que la agradecemos,
la valoramos y la comunicamos, crece.
Pero si le damos poco valor o la escondemos,
corremos el
peligro real de perderla.
Tener luz es ser conscientes de ser amados por Dios.
Esta certeza quiere Jesús
que la comuniquemos en la tarea
misionera de cada día.
Vive como hijo de la luz; escucha
y acoger la luz de los
otros
Llevo tu Luz en lo más hondo de un manantial secreto:
Dios, mi Padre me ama.
Vivir como hijos de la luz significa escuchar
y acoger la
luz de los otros,
y ofrecer gratuitamente
lo que uno tiene mediante el
diálogo,
para construir juntos una vida fraterna y solidaria.
- Gracias, Señor Jesús,
porque has venido como luz del mundo.
Haz que tu Iglesia sea fiel a la misión
que le has confiado de ser luz en el mundo de hoy.
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