¿Qué debo hacer, Señor?





“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio 
a toda la creación” (Mc 16,15). 
 El encargo de Jesús de ir al mundo entero 
y predicar la buena noticia del Evangelio 
debe resonar con fuerza 
en el corazón de cada creyente y de toda la Iglesia. 
 Por eso, como Pablo, 
debemos ser capaces de preguntar: 
«¿Qué debo hacer, Señor?»
debemos abrir los ojos a la luz del Espíritu 
y el corazón a la Palabra. 
Y también dejarnos orientar por los «Ananías» 
de nuestras comunidades que pueden ayudarnos 
a descubrir el modo concreto 
de vivir afondo la vocación cristiana.
 - Señor, 
dame la valentía de preguntarte cada día 
qué quieres de mí, 
y de ponerlo en práctica con toda generosidad.
 

La conversión a Cristo condujo a Pablo 
a ampliar su comprensión de la justicia, 
a poner en primer lugar la fe y no más la ley. 
La justicia de Dios es su perdón y misericordia. 
El amor de Dios no nos cierra en nosotros mismos 
sino que nos ensancha el interior 
y nos pone en camino misionero. 
En el nombre del Señor toda la humanidad 
se llena de vida nueva. 
Ponte ante Dios con la familia de hermanos
que se te ha regalado; 
ponte ante la humanidad 
con la buena nueva de Dios 
en los labios y en el corazón. 

“Es tarde pero es nuestra hora. 
Es tarde pero es todo el tiempo 
que tenemos a mano para hacer el futuro. 
Es tarde pero somos nosotros esta hora tardía. 
Es tarde pero es madrugada si insistimos un poco” 
(P. Casaldáliga).    

“Nada hay más hermoso 
que haber sido alcanzados, sorprendidos, 
por el Evangelio, por Cristo” 
(Benedicto XVI)

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