El Reino de Dios requiere nuestra colaboración
Las dos pequeñas parábolas
hablan de confianza.
Jesús anuncia
el Reino de Dios.
A veces encuentra buena acogida,
y
conoce también fracasos.
Pero sobre todo está convencido
de
que el proyecto de Dios saldrá adelante.
La simiente lanzada es de buena calidad
y
el Reino que él vive y predica viene de Dios.
Invita a no desanimarnos
cuando los frutos son poco vistosos
o
el crecimiento es más lento de lo que quisiéramos.
"De estas dos parábolas
nos llega
una enseñanza importante:
el Reino de Dios requiere nuestra colaboración,
pero
es, sobre todo, iniciativa y don del Señor.
Nuestra débil obra, aparentemente
pequeña
frente a la complejidad de los problemas del mundo,
si se la sitúa en
la obra de Dios
no tiene miedo de las dificultades.
La victoria del Señor es segura:
su amor hará brotar
y hará crecer cada semilla de bien presente en la tierra.
Esto nos abre a la confianza y a la esperanza,
a pesar de los dramas, las
injusticias
y los sufrimientos que encontramos.
La semilla del bien y de la paz
germina y se desarrolla,
porque el amor misericordioso de Dios hace que madure".
(Francisco)
“El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente
en la tierra” (Mc 4,26).
¿Quién sabe lo que va madurando en los corazones que se abren a Dios?
¿Qué frutos de comunión, de creatividad y de vida
estará gestando el Espíritu en el interior de las personas?
Recuerda a María, cómo guardaba las
cosas de Dios en el corazón.
Aprende, como ella, a estar en la palabra de Dios.
¡Qué alegría vivir
y orar sobre tu don!
Orar es no
perder la esperanza y seguir sembrando
el Evangelio en el propio corazón.
“El reino de Dios se
parece a un grano de mostaza”
(Mc 4, 31)
El reino de Dios tiene dentro una fuerza secreta,
que
le llevará hasta su total expansión.
El reino tiene unos comienzos pequeños
y de apariencia modesta.
Pero en esa semilla hay futuro
porque está animada por el Espíritu creador.
El reino excluye ambición
del triunfo personal
y de esplendor social.
La pequeñez del grano de mostaza
nos enseña actitudes humildes
para caminar hacia la comunión de todos los
creyentes.
Acoge el rostro de
tantos hombres y mujeres
que buscan y
ofrecen la verdad que han encontrado.
- No permitas, Señor,
que nos obsesionemos
por el éxito en la misión evangelizadora.
Que no nos dé miedo
ser como el grano de trigo
que debe morir para producir fruto.
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