Jesús, rostro misericordioso de Dios.





“Como había curado a muchos, 
todos los que sufrían de algo 
se le echaban encima para tocarlo” (Mc 3,10).  
 

Jesús es el centro de atracción irresistible 
de todos los oprimidos.

Multitudes de gentes de procedencia diversa acuden a Él.

Quieren tocarlo, salir a cualquier precio de la situación.

Jesús recoge lo que ha sembrado.

Ha recorrido Galilea de aldea en aldea 
predicando en las sinagogas.

Ha bendecido y devuelto la salud a muchos enfermos.

Ha invitado a todos a la conversión, 
mostrando el rostro misericordioso de Dios.

Cuando se retira con sus discípulos, 
la gente corre atrás de él.

 “No caigamos en la indiferencia que humilla, 
en la habitualidad que anestesia el ánimo 
e impide descubrir la novedad”.

Si caminas con Jesús y le dejas que pase a tu corazón, 
si aceptas que sea tu amigo, entonces el reino llega a ti, 
y con él, el perdón y el crecimiento en el amor.

"Hemos de aprender a abrazar a los necesitados" 
(Papa Francisco).

Orar es abrir los ojos 
para mirar las miserias del mundo, 
las heridas de tantos hermanos y hermanas 
privados de la dignidad, 
y sentirnos provocados a escuchar su grito de auxilio.  

Déjate sorprender por el amor siempre nuevo de Jesús.

- No permitas, Señor, 
que nos cansemos de hacer el bien 
ni de atender dignamente a todos 
los que llaman a nuestra puerta.

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