Una gran misericordia
Dios actúa de manera concreta y sorprendente en medio de nuestra vida cotidiana. Aprende a reconocer sus señales, acoge con alegría su fidelidad y deja que su esperanza transforme la manera en que vives y compartes con los demás.
Isabel y Zacarías están radiantes. Ha nacido su hijo. Zacarías sigue sin pronunciar palabra. Los dos han decidido aceptar la voluntad de Dios, dejarle a Él el centro de lo que hacen y son. Todo tiene sentido con Él. Les ha llenado de vida, les ha dado un hijo. No importa la edad, ni el momento, ni el proyecto de vida que se tiene pensado... lo que importa es nuestra respuesta, aceptación o no, a la voluntad de Dios.
Tras el silencio ante el sorprenderte actuar de Dios viene el gozo de colaborar en sus planes, para terminar dando testimonio, a lengua suelta, de las maravillas que realiza en las vidas de sus más humildes fieles. Sólo los que esperan en Él saben que nunca se verán defraudados.
“El Señor le había hecho una gran misericordia” Esta es la realidad. Mi vida envuelta en tu misericordia. Preparándome para acoger tu venida, la aparición gloriosa de nuestro salvador. Y te alabo, lleno de gozo, abierto al don de tu venida.
"Ninguno de tus parientes se llama así" Es la frase que no deja paso a la novedad, a la creatividad. Y Jesús es novedad, es cambio, es creatividad. Juan es un aviso de que algo grande se avecina en tu vida. Juan rompe con el «siempre se ha hecho así». Ninguno de sus parientes se llama así. Es el nombre que el ángel le había anunciado, el que Isabel pronuncia y Zacarías reafirma. Después se le suelta la boca. Dios hace todo nuevo. Somos llamados a anunciarlo.
"La mano del Señor estaba con él" Cuando todo nos parece absurdo y sin sentido es cuando la confianza en quien viene a amarnos sin límites se hace mayor, al comprobar que su mano nos protege, nos coge como un padre que nos lleva de paseo de la mano y nos enseña a hacer el bien.
¿Qué seremos cada uno si dejamos que la mano del Señor esté con nosotros? Si en vez de vivir solos, con nuestras fuerzas, dejásemos que su Espíritu inspirara nuestros pasos. Juan el Bautista acogió ser el precursor, el que prepara el camino al Señor. Vivió en el desierto, libre, generando un movimiento esperanzado, ilusionado, de personas que vivieron su "metanoia", su conversión, su ir más allá de la mente y activar el vivir con corazón.
El Adviento nos invita a descubrir los signos de vida y esperanza, confiar en la fidelidad de Dios y preparar, como Juan, un camino para que Cristo sea reconocido en lo cotidiano de nuestra vida.
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