Preparad
En Adviento, la liturgia ofrece distintos textos proféticos leídos desde la espera del Mesías. Mientras Isaías anuncia un futuro de justicia y paz universal, Juan Bautista pregona la llegada del que viene a bautizar en Espíritu Santo y fuego. Para ello subraya la necesidad de preparar su venida
Que la vida sea Adviento, despierta en nosotros la esperanza. Esperamos porque tenemos experiencia de recibir. Esperamos porque conocemos que lo que está por venir, tanto los objetivos más cotidianos como los deseos personales más anhelados, no depende de nuestra voluntad, esfuerzo o capacidades. Esperamos aquello que hemos comprobado que construye y devuelve la dignidad humana, aunque cueste enormes esfuerzos. Esperamos y sentimos que esa esperanza «tira» de la vida hacia adelante.
Que la vida sea Adviento, despierta en nosotros la esperanza. Pero ¿cómo hacer para que esa esperanza sea algo más? No se puede vivir solo de resiliencia, la esperanza necesita el amor.
El Adviento sabe a luz y a sonrisa. Encendemos la segunda vela y el corazón se nos llena de la alegría de lo que está por llegar.
La fe no es herencia, sino decisión; no es linaje, sino fruto. El Bautismo es una iniciación en la que se nos confirma que somos más que carne y hueso. La liturgia de Adviento nos saca del ruido para situarnos ante un clamor que interrumpe el estruendo: Juan el Bautista.
Dentro del Adviento uno de sus personajes esenciales es el profeta: Juan el Bautista. Juan es el entusiasta, el esperanzado y motivado precursor de la llegada del Señor. No se basa en datos, parece un poco ingenuo, y provoca la sospecha de los racionales. Pero está tan lleno de fe, de confianza en las promesas de Dios, que cree en los imposibles. Su entusiasmo hace creíble el Reino de Dios. El brillo en su mirada es arrebatador. Yo me dejo convencer por los que creen en el amor. Prefiero su inocencia mil veces pisoteada, que la racionalidad y el cálculo de los que por temor son incapaces de arriesgar.
"Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos" Son palabras de Juan Bautista, el profeta precursor, la voz que grita en el desierto, lejos de la capital y la corte. Propone un cambio radical para preparar el camino del Señor que viene a salvarnos. Él bautiza con agua; pero viene quien bautiza con Espíritu Santo y fuego.
Juan el Bautista invita a preparar el camino del Señor. A disponernos a su llegada. A abrir nuestra vida a la gracia que anuncia. La austeridad de Juan es signo de los nuevos tiempos. El bautismo de Juan es con agua, el de Jesús con el fuego del Espíritu.
Conversión es un cambio, de dentro, de lo profundo, de lo viejo a lo nuevo, de lo de siempre por lo que Él nos propone, de pensar en nosotros a pensar y dejarle sitio a Él. Es un cambio de corazón, un cambio de mirada, un cambio de horizonte. Afecta al proyecto de vida. Ese es el cambio verdadero, la conversión, de ocupar nosotros el centro a Dios como centro.
Profecía
Preparad el camino
al Señor.
Armaos con un mazo
que derribe muros
tire rencores
y abra paso a la luz.
A voz en grito
salid a la calle,
y decid
que el amor viene,
para ser bandera.
para reconocer
la grandeza del universo
contenida en un ‘sí’.
Atended, y escucharéis
una Palabra plantada
en el corazón de la tierra.
Y después,
haced que el grito
la mirada
y la palabra
se conviertan
en profecía
tan necesaria.
(José María R. Olaizola, SJ)







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