Con lo poquito

 


"Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba."
 (Mt 15,19-27).

El día a día de Jesús estaba muy rodeado de dolor y sufrimiento. Jesús amaba lo real, y la realidad trae límites, enfermedad, sufrimiento. La buena noticia es que Jesús se enfrenta a las tinieblas y las llena de luz. Cura lo enfermo, fortalece lo débil, reanima lo inerte, da vida a lo muerto. La fuerza curativa del Evangelio es capaz de alegrar a los que viven en sombras de muerte. Nos nace cada día el Salvador.

Jesús siente compasión de la gente: dos días siguiéndole y no han comido nada. La compasión que Jesús tiene por los que sufren es conmovedora. Quiere el bien de todos, quiere que todos conozcan la salvación, pero no a costa de pasar hambre. Lo divino no está reñido con lo humano.

Jesús nunca pasa de largo ante el dolor. Su corazón de pastor late por los que sufren. Que el nuestro se despierte también y se vuelva mano abierta, pan que se comparte, hogar que abriga.


«Siento compasión de la gente
» La compasión es optar por una solución, intentarlo. No es fácil, supone un cambio, una tarea, hacer algo por y con ellos. Jesús se implica, 'qué tenéis para poder comenzar'. Ese poco le es suficiente a Él, lo multiplica, el dar hace que las cosas se multipliquen. La compasión no es una mirada o algo pasivo, la compasión es algo activo, que lleva a la acción, que lleva al compromiso cambio.

El evangelio nos recuerda que somos como los apóstoles, al final pensamos que, si no vamos a solucionar el hambre en el mundo ni la soledad de todos, mejor no hacer nada. Él nos invita a cambiar y aprender que lo poco que hagamos es mucho si todos lo hacemos.

Con siete panes y algunos peces se puede alimentar a una multitud. No es una locura ni una mentira. Es el poder del compartir. Lo poco se multiplica cuando se entrega, se ofrece y se regala. El resto lo hace el Señor. Comen todos, se sacian y sobran siete canastos.

Multiplicación
Pudiste hacerlo solo; 
sin embargo solicitas 
mis panes y mis peces
para la maravilla del milagro.
Mi dignidad de hombre así engrandeces.
Pero también es tuyo 
el don que ofrezco.
Así de nada puedo envanecerme.

(Luis Carlos Flores Mateos)

En Adviento, estamos llamados a confiar en la providencia de Dios y vivir la generosidad. San Francisco Javier llevó el Evangelio a tierras lejanas, recordándonos que solo el amor de Cristo sacia el hambre y la sed del mundo.

Nuestra pequeñez, en tus manos, 
se transforma en esperanza y consuelo para muchos. Señor, abre mi corazón para confiar en tu providencia 
y compartir con generosidad lo que me has dado.

 

 

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