El más grande
En el Evangelio, Jesús resalta la figura de Juan el Bautista, un hombre de fe inquebrantable y humildad profunda.
«No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista» En este tiempo de Adviento seguimos aprendiendo de los personajes que nos recuerdan que nuestra vida es anunciar al que viene desde la honestidad de las palabras y el testimonio de una vida llena de fe.
Juan Bautista es grande entre los seres humanos, aunque en el reino de los cielos hay otros más grandes que él. Es figura de la profecía y la violencia que esta conlleva. El profeta no es una persona complaciente y halagadora. Es alguien que habla en nombre de Dios.
Juan Bautista es un hombre grande. Su grandeza es hacerse pequeño. Es grande por saber cuál es su sitio, su misión, su función. Es un profeta que anuncia, que renuncia al protagonismo, que muestra a Jesús. Su grandeza es hacer de Jesús el importante.
Juan también es como Elías, todo por Dios, para que todos se preparen, abran los sentidos, dispongan el corazón para reconocer a Jesús como el que esperan.
El precursor gritaba en el desierto de Judea: "¡Convertíos,
porque el reino de los cielos está cerca!"Ese reino anunciado en el Adviento no existe para
indolentes ni pusilánimes. Es para valientes y aguerridos; para los esforzados
y luchadores. Sólo los violentos lo arrebatan.
Juan el Bautista ilumina este tiempo con su valentía que desborda. Que su fuego nos inspire a anunciar nuestra fe con la audacia de quienes han visto la Luz.
Juan el Bautista era primo de Jesús. Se querían mucho, como se quieren los primos. Pero Jesús reconocía al mismo tiempo: su grandeza y su límite. La grandeza de priorizar a Dios y de ir al desierto para buscarlo. La grandeza de activar la esperanza con el bautismo del Jordán. Pero Juan todavía no conocía la grandeza del Reino. El Dios que Juan predicaba estaba lleno de ira y de amenaza. El Reino que anuncia Jesús es un hogar lleno de amor y de compasión.
El Adviento nos invita a escuchar con atención la voz de Dios, nos recuerda que el Reino es don y tarea, gracia que hay que recibir con pasión y compromiso.
Reaviva nuestra fe para vivir tu Reino con decisión.
Ven, Señor Jesús, y fortalece nuestra esperanza.
“No temas, yo mismo te auxilio” (Is 41, 13-20)
Mis miedos, mis temores, mis desazones, mis angustias, mis incertidumbres en tus manos.
En este tiempo de espera y de esperanza,
Se que no me abandonarás.
Y que haces de mis desiertos un vergel.
y dejarme transformar por tu luz en este Adviento
Señor, ayúdame a vivir con humildad
siguiendo el ejemplo de Juan el Bautista.
Que mi vida refleje la grandeza de tu Reino, donde el servicio y la humildad son exaltados.
Amén.



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