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“Danos siempre de ese pan”

 


"Me buscáis no porque visteis signos 
sino porque os di de comer". 
(Jn 6, 24,36)


Jesús se queja cuando lo buscamos por puro interés y esta imagen de Dios es inadmisible.
Este es siempre el mayor de los peligros para los que seguimos a Dios: hacerlo a nuestra medida, buscar solo el Dios que nos satisfaga nuestras necesidades. Queremos hacer de Dios un Dios-panadero y Él huye.
El Dios de la fe está siempre en el silencio de la adoración, cuando su rostro se transparenta en las huellas de su presencia. Solo Dios habla bien de Dios, y solo Cristo es "el intérprete" del Padre: "lo que tenéis que hacer es creer en el que me ha enviado".
Jesús se fue de allí e invitó a que lo siguieran. Nadie puede manejar a Dios.
¿Tú, realmente, porque sigues a Jesús?

Es necesario discernir si aquello que me pone en movimiento hacia el otro es el interés o la gratuidad. Se trata de comer el Pan de vida para abandonar el cálculo de rentabilidad y afianzarse en el don.

A veces acudimos a mesas que nos seducen prometiendo saciarnos, pero que nos dejan más tristes y vacíos. Solo hay un Pan que da la verdadera vida y felicidad. Si tienes hambre de una vida nueva, si tienes sed de un mundo mejor... 


 

 

Compartid

«Haced esto en memoria mía».

Compartid el pan,

el vino y la palabra.

Cuando el fracaso

parezca desmembrarlo todo,

cada persona, cada grupo,

como cuatro caballos al galope tirando del vencido

hacia los cuatro puntos cardinales,

cuando el hastío

vaya plegando cada vida aislada sobre sí misma,

contra su propio rincón, pegadas las espaldas

contra muros enmohecidos,

cuando el rodar de los días

arrastrando confusión, estrépito y consignas,

impida escuchar

el susurro de la ternura

y el pasar de la caricia,

cuando la dicha

te encuentre

y quiera trancar tu puerta

sobre ti mismo,

como se cierra en secreto una caja fuerte,

cuando estalle

la fiesta común

porque cayó una reja

que apresaba la aurora,

amanece más justicia,

y la solidaridad crece,

reuníos y escuchad,

compartid el pan, compartid el vino,

dejad brotar la dicha común y sustancial,

el futuro escondido

en este recuerdo mío

inagotablemente vivo.

 

Benjamín González Buelta, sj


 

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