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Transfigúrame

 
«Este es mi Hijo, el amado». 
(Mc 9, 2-10)

La ascensión de los discípulos al monte Tabor nos lleva a reflexionar sobre la importancia de desprendernos de las cosas mundanas, para hacer un camino hacia lo alto y contemplar a Jesús. Se trata de prepararnos para escuchar atentos y en oración a Cristo, el Hijo amado del Padre

Jesús sube con tres apóstoles a un monte alto. Allí se transfigura. Dialoga con Moisés (la ley) y Elías (los profetas). En ese ambiente la tendencia es a quedarse. El reto es volver a bajar, a lo cotidiano, a escuchar la voz de Jesús en los ruidos del mundo.

La Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida no son puntos de llegada, sino luces que nos da para nuestra peregrinación en la tierra

La transfiguración del Señor nos tiene que 'transfigurar' también a nosotros, siendo hombres nuevos, con otras propuestas, con otra manera de entender las relaciones... haciendo del Evangelio proyecto de vida.

No brilles

para que los otros

se queden mirándote a ti.

Brilla para que los demás,

a través de ti,

puedan ver a Dios.

Cristo nos invita a verle en la Eucaristía con ojos de fe, y decirle como Pedro: ¡qué bien se está aquí, Señor! Él nos está esperando para que le encontremos en el sagrario. Él está allí, y se te transfigurará sólo si estás dispuesto a seguirle con humildad y amor.

Invoca a la Virgen María, para que te ayude a escuchar y seguir siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la cruz, para participar también en su gloria.

 


TRANSFIGÚRAME, SEÑOR.

Transforma mis miedos en fe, mis sombras en luz, mi egoísmo en servicio, mi orgullo en humildad, mis malos modos en ternura, mis perezas en prontitud, mi falta de ánimo en fortaleza, mis divisiones en unidad, mi falta de ilusión en esperanza, mis guerras en paz. Transfigúrame, Señor.  @ferminnegre

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