Dios quiere la misericordia del corazón






“¿Cuál de estos tres te parece 
que se portó como prójimo 
del que cayó en manos de los bandidos?” 
(Lc 10,36)

Un maestro de la ley le hace una pregunta a Jesús, y él le pide encontrar la respuesta por sí mismo.
Y la haya.
Porque saber lo que deberíamos hacer no es tan difícil.
La dificultad está en las excusas que ponemos para no amar a los demás.
El evangelio de hoy cuestiona nuestro compromiso y ayuda real a refugiados, emigrantes, ancianos...
La propuesta es verlos, compadecemos de ellos, acercarnos, aliviar el sufrimiento y cuidar de ellos.

- Señor Jesús: tu vida ha sido la de «buen samaritano» ante el sufrimiento.
Que sepamos hacer lo mismo.

Jesús dice claramente en esta parábola que todo ser humano, que se aproxima con amor hacia las personas necesitadas, es el verdadero prójimo aunque sea un extranjero.
Fíjate que el que tiene el secreto de la vida eterna es una persona que siente lástima, tiene un corazón compasivo y expresa su amor con gestos llenos de ternura y de amor misericordioso.

Dame, Señor, un corazón nuevo, compasivo y misericordioso, como el tuyo.
Para ir al camino de la vida a levantar a los caídos, curar sus heridas, y dar la mano a todos.

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