Señor Jesús, antes de dejar la escena de este mundo Tú
dijiste a tus apóstoles: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo”. Nosotros sentimos tu presencia tranquilizadora y estamos seguros de que
Tú permaneces siempre al timón de la barca de la Iglesia y la guía con mano
firme en medio de las tempestades de la historia. En este momento de anhelante
espera, envía tu Santo Espíritu, para que ilumine las mentes de los Cardenales
en la elección del sucesor de Pedro: que elijan a aquél en quien Tú has
pensado y has designado para guiar hoy a
tu rebaño. Virgen Santa, tu oraste con los apóstoles en el Cenáculo y
aguardaste con ellos la efusión del Espíritu Santo. Ruega con nosotros y por
nosotros y obtennos el don de un nuevo Pentecostés de fervor, de entusiasmo y
de gozo obediente al Evangelio de Jesús. Amén.
Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)
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