"Jesús increpó vivamente a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma". (Mt 8, 23-27)
Aunque la tempestad sea fuerte, la confianza en Dios nos
permite vivirlo todo con más calma.
Aquí reside nuestra seguridad y calma: Saber que en nuestro barco va un pasajero a bordo. ¡Un polizón que ha cogido el timón de nuestras vidas y nos llevará a buen puerto!
¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y
de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres?
Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios». (Nicetas de Remesiana).
Jesús, aumenta mi fe. Dame una confianza más grande y
fuerte en el amor del Padre. Que en medio de las tempestades que me toque vivir
sepa poner mi corazón en la roca firme de tu amor. Amén.
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