¡Dichosos nosotros, si creemos!

 

“Vendrán muchos de oriente y occidente 

y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob”. 

(Mt 8, 5-17)

 

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo:

“En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe”.

¡Bendita fe del centurión!

¡Bendita humanidad de Cristo!

¡Y dichosos nosotros, si creemos!

Nuestra dignidad está en la fe que ponemos ante la acción de Dios en nuestra vida.

Somos dignos cuando nos reconocemos criaturas limitadas, enfermas, necesitadas de Dios.

Somos valiosos porque Dios se ha hecho hombre para hacerse cargo de nuestra humanidad rota.

A Jesús no le importa 'habitar nuestra casa', quiere venir y encontrarse con nosotros, quiere llenarnos de vida... lo que necesitamos es la verdad, la fuerza, la fe para que eso sea real.

Dame, Señor, la fe y la humildad del centurión.

Esa humildad que nace de la fe y que da la confianza, la seguridad, de ver en todos los sucesos de la vida tu mano providente y amorosa.

Dame la gracia de entregarme completamente sin reservarme nada. 

 

Sufrir con Humildad

Danos, Señor, un verdadero, nuevo
y más profundo conocimiento de tí
a través del sufrimiento.
Haz que podamos intuir con el afecto del corazón
tu misterio que está más allá de toda comprensión.

Haz que el ejercicio de paciencia de la mente,
el discurso espinoso de la inteligencia,
sea el signo de una verdad
que no se alcanza simplemente
con las normas de la razón humana,
misterio inaccesible y al mismo tiempo nutritivo
para la existencia del hombre,
para sus dramas y sus aparentes absurdos.

Queremos ofrecerte nuestros sufrimientos
y compartir los de la humanidad,
las dificultades en las que se debaten muchos corazones
para volver a una siempre nueva
y más verdadera experiencia de Tí,
Señor, Dios nuestros,
Tú habitas en la luz eterna
que nadie puede contemplar, sino tu Hijo
que nos la reveló desde lo alto de la cruz.

Concédenos penetrar en el misterio de Jesús
a fin de poder conocer algo de Tí,
en la gracia del Espíritu Santo.
Danos acceder al misterio del dolor
con paciencia, con humildad,
convencidos de nuestra ignorancia,
de lo mucho que todavía desconocemos
de tu Trinidad de amor
de tu proyecto salvífico,

Haz que nos humillemos en nuestro sufrimiento,
para poder merecer, al menos una migaja,
del conocimiento de aquel misterio,
que nos saciará eternamente.
Te lo pedimos por intercesión de María,
que sufrió,
pero que creyó profundamente,
y ha llegado ya,
también en nuestro nombre,
al conocimiento perfecto de tu gloria.
Amén.

Cardenal Carlo María Martini


 

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