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El más grande


«Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios» (Lc 1, 57-66. 80)

Natividad de San Juan Bautista.
De padre anciano y madre estéril nace aquel de quien Jesús diría que no había nacido nadie más grande.
Confía en el Señor.
Él escucha tus plegarias, aunque parezcan imposibles, y las concede a su tiempo si son para bien.

Isabel es mujer, anciana, estéril, pero recibe la misericordia de Dios. Zacarías escucha el anuncio del nacimiento de Juan, pero ella es la que lo cree. Él quedará mudo por su falta de fe, ella le pone el nombre: Juan. El plan de Dios cambia el orden establecido

Juan el Bautista fue el más grande de los profetas porque pudo señalar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan es el Precursor de Cristo con la palabra y con la vida. ¡Juan es la voz, Cristo es la Palabra!.
¡Juan es la lámpara, Cristo es la luz!

Dios con Juan Bautista quiere hacer un anuncio, preparar al pueblo, convertir la sorpresa de su pueblo al descubrirle en expectativa para ser capaces de percibir y aceptar la novedad de su Hijo como el Mesias.

Señor, tú me sondeas y me conoces
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares...
"¿Qué tengo yo que mi amistad procuras, qué interés se te sigue Jesús mío..?"
Te doy gracias

"¿Qué va a ser este niño? Porque la mano de Dios estaba con él." Apasiona preguntarse uno mismo a sí mismo:
¿Qué está siendo de mí?
¿Qué esperas Tú de mí?
¿Qué esperan aún mis hermanos?
Y tu mano, ¿sigue reposando en mi hombro?
¿Siento que su mano os sigue protegiendo?

Despierta, abre los ojos y el corazón. Descubre que la vida va más allá de los avatares cotidianos. Hay una corriente, un impulso que nos atraviesa y nos conduce hacia la verdad. Somos peregrinos y para cada uno hay un camino de vuelta a casa.
Confía. Persevera en el compromiso.

La humildad nos permite reconocer la presencia y la acción del Espíritu Santo –incluso en los acontecimientos cotidianos–, y bendecir en todo momento al Señor por su gran misericordia.

Señor y Dios mío, tú siempre has elegido como instrumentos a personas humildes y dóciles.
Por esto te he pedido la humildad para saberte reconocer y responder a tu llamada, porque sería imposible amarte y no comunicarte a los demás, tenerte y no compartirte. 

Señor, Tú me has llamado, como a Juan, para que, a pesar de mi pequeñez y mis pecados, yo sea una bendición para mi familia y mis amigos, para mi comunidad cristiana y para el mundo.

 

Quisiera, Señor, ser como Juan,
saber presentarte a la gente,
hablar de Ti con entusiasmo
y demostrar lo gozoso que se vive contigo.
Siento deseos de contárselo a todos,
pero no encuentro las palabras adecuadas
y al hablar de Ti te minimizo,
te convierto en rutina, en vez de novedad.
Para hablar de Ti, te pido palabras claras,
para contagiarte, te pido ideas ordenadas,
para ilusionar contigo, te pido entusiasmo
y para transmitir fe,
te pido que me llenes de amor.
Me gustaría decir a los cuatro vientos,
que contigo las penas se vuelven llevaderas
que a tu lado las dificultades se hacen retos
y que contigo lo mejor de la vida
es aún más bonito.


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